Lo que es la vida… ¡Mi esposo pidió el divorcio y regresó con su ex!
Siempre pensé que era una experta en el juego del amor, pero la vida me dio una lección dura: cada acción tiene consecuencias, y tarde o temprano hay que asumirlas.
Me casé a los 25 años, una edad ni muy joven ni muy mayor. Quería evitar volver a mi pequeño pueblo natal, donde todo el mundo te observa. Por eso me quedé en Madrid, donde podía disfrutar del anonimato que tanto anhelaba.
El novio de mi amiga…
Hablo de Sergio. Alto, de ojos marrones, era el novio de mi amiga del colegio, Olga. Pero eso solo me motivaba más a conquistarlo. Sergio tampoco parecía reacio a coquetear a espaldas de Olga.
Así, de manera desenfadada, comenzamos a salir mientras él seguía con Olga. Yo no me limitaba en mis encuentros ni lo ocultaba. Sergio sabía que no era el único en mi vida, pero tampoco él estaba libre, ¿verdad?
Un día, Sergio me vio bajando del coche de otro hombre. Esperó a que se fuera y se acercó para hablar. Dijo que no quería compartirme, que no podía imaginarse con otra que no fuera yo. Me propuso dejar a Olga y empezar una vida juntos. La idea me sedujo, sobre todo porque resolvía el tema de la vivienda y fastidiaba a la altiva Olga.
Comenzamos a vivir juntos, pero a las pocas semanas me aburrí; sentía la necesidad de emoción y novedad. Me di cuenta cuando me encontré casualmente con Ignacio, un exnovio con quien tuve buenos momentos. Fuimos a tomar un café, nos relajamos y terminamos en su apartamento. Fue divertido y refrescante. Dos semanas después lo repetimos y comenzamos a vernos para disfrutar, sin compromisos.
Poco a poco regresé a mi estilo de vida de antes, saliendo con diferentes hombres. Finalmente, dejé a Sergio con una nota: “Ya no quiero vivir juntos”. Simple y sin explicaciones.
Un giro inesperado…
Un mes después descubrí que estaba embarazada. Asustada, volví con Sergio. Al enterarse, me propuso matrimonio. Acepté, no porque estuviera locamente enamorada, sino porque parecía la decisión más correcta y sencilla. Además, evitaba el regreso al monótono pueblo.
Un año después de nacer nuestro hijo, volví a quedar embarazada — otro niño. Cuidar de dos pequeños y llevar la casa me ocupaban todo el tiempo. Sergio trabajaba mucho, era ambicioso y solía llegar tarde. Tal vez no tenía prisa por volver a casa con una esposa irritada y niños ruidosos. No era buena compañía: cansada, molesta y sin un minuto libre. Esperaba a que volviera para empezar a quejarme.
Pero el destino exigió su precio.
Quizá se pregunten quién es el padre de mi hijo mayor. ¿Sergio o alguno de mis anteriores? Yo lo consideraba irrelevante. Podría ser Sergio, o no. Me decía: “Todos cometen errores, era joven, no fue intencional…”
Aún no sé quién es el padre de mi hijo mayor, y probablemente nunca lo sepa. Todos creen que es Sergio — él mismo, nuestro hijo y nuestros allegados.
Pero, ¿realmente importa si Sergio ya no cuida de los niños? No porque dudara de su paternidad. Una noche, cuando los niños tenían 4 y 2 años, volví a casa y encontré una nota: “He pedido el divorcio. No funciona entre nosotros”.
Nos divorciamos. Ahora cuido sola de los niños. Sergio paga una pensión que apenas alcanza. Al menos, nos dejó el piso para vivir en él hasta que los niños sean mayores de edad.
Aun así, Sergio se casó… con Olga. Y ahora esperan su primer hijo.