«El amor frente a la traición y el perdón: cuando escuchas lo que no debes»

Oye, escucha esto, que te va a encantar. Imagínate la escena: Ángela llevaba semanas preparándose para ese día como si fuera una fiesta. Se compró un vestido nuevo, hizo el pastel favorito de su marido —ese de cerezas y crumble, que a Pedro siempre le ponía de buen humor— y salió temprano de casa. Hoy era el Día de la Madre, y su suegra, Doña Carmen, los había invitado a comer. Todo tenía que ser perfecto.

Pedro dijo que tenía una reunión importante, pero cuando Ángela llegó al bloque de pisos de siempre en Zaragoza y vio su coche aparcado, algo le dio un vuelco en el pecho.

—Qué raro… —murmuró.

Decidió hacerle una sorpresa. Sacó la llave, la giró suavemente en la cerradura. Se quitó los zapatos y entró en puntillas. Desde la cocina, oyó voces. Iba a llamarlos, pero se detuvo. Hablaban de ella. Doña Carmen y Pedro.

—Pedrito, escúchame —decía la suegra con firmeza—. Este matrimonio es un error. Me he callado, pero ya no puedo más. Ella no es para ti. Ni familia bien, ni dote, ni educación…

—Mamá…

—¡No me digas mamá! Esa sonrisa falsa, siempre en las nubes. Ni estilo, ni gusto, ni dos dedos de frente. Escribe cosas, como si eso fuera un trabajo. ¿Quién es? ¿Una poetisa? ¿Con versos vas a criar a tus hijos?

—Mamá, ya basta… —la voz de Pedro temblaba.

—Mira a Lucía, la hija de Doña Pilar. Culta, estudiada, guapa, con piso propio y padres con dinero. Y esta… ¿qué te ha dado, aparte de esa mirada de hambre?

A Ángela se le heló la sangre. Se apoyó contra la pared. Las palabras le golpeaban como látigos. “No vales nada. Listilla. Sin futuro.”

—Ella es buena… —intentó defenderse Pedro—. La quiero…

—Amor, amor… Piensa en el futuro. En los hijos. ¿Vas a mantenerla toda la vida? No sabe hacer nada, ni vestirse decentemente.

Ángela no pudo más. Dio media vuelta, salió sin hacer ruido y se perdió por la calle. El viento frío le azotaba la cara, las lágrimas caían solas. En su cabeza resonaban las palabras: “no es para ti… sin estilo… no sabe…”.

Por la tarde, sentada en una cafetería con el café ya frío, llamó a Pedro:

—No voy a ir. Estuve en tu casa. Lo oí todo.

—¿Q-qué? —se quedó sin palabras.

—Todo. Que no soy lo bastante buena. Que soy una inútil. Que ni siquiera merezco llevar tu apellido.

Silencio.

—Ángela… es que mi madre… solo se preocupa…

—¿Por ti o por su orgullo?

Colgó. Volvió a casa tarde, pasó directa al dormitorio. Pedro intentó explicarse, justificar a su madre, pero ella no quiso escuchar.

Los días siguientes fueron fríos, como la calle. Evitaba a su marido, vivía como en una niebla. Hasta que una mañana, mientras preparaba su café favorito, sintió un asco repentino. Le dio un mareo. El retraso, el cansancio…

Compró un test. Dos rayas.

Embarazada.

El que tanto había deseado. Pero ahora era un golpe.

—Estoy embarazada —le soltó esa noche.

Pedro palideció, luego sonrió:

—¿En serio? ¡Es un milagro!

—Sí. Pero no sé si quiero tenerlo. Con tu madre… con lo que dijo…

Él se acercó, la abrazó.

—No estás sola. Vamos a ser una familia. De verdad. Mi madre no es eterna. Pero este niño… es nuestro. Estoy contigo.

Al día siguiente fueron a casa de Doña Carmen.

—Mamá… —empezó Pedro, tomando la mano de Ángela—. Vamos a tener un bebé.

La mujer se quedó petrificada. Luego, le brillaron los ojos: no se sabía si eran lágrimas o alegría.

—¿En serio? ¡Dios mío! ¿Voy a ser abuela?

Se acercó a Ángela y la abrazó. Con cariño de verdad.

—Perdóname, hijita. Te he hecho mucho daño. Soy una vieja tonta. Pero esto es un milagro. Vas a traer un ángel a este mundo.

En la cocina, el hervidor silbó. Empezó el bullicio.

Ángela y Pedro se miraron. Y por primera vez en mucho tiempo… sonrieron. Quizá esto era solo el comienzo.

Rate article
MagistrUm
«El amor frente a la traición y el perdón: cuando escuchas lo que no debes»