Durante la boda, mi marido cogió un trozo enorme de tarta y me lo estampó en la cara mientras se reía a carcajadas. Decidí vengarme.
Llevábamos juntos desde la infancia. Compañeros inseparables en el instituto, mismos amigos, primer amor, como en las películas. A los veinticinco, ya sabíamos que era hora de formar una familia. La boda parecía el siguiente paso lógico.
Me preparé con esmero para ese día: elegí el vestido perfecto, contraté a una maquilladora profesional, invertí en tratamientos de belleza… Todo para lucir impecable. Cuando nuestros seres queridos se reunieron en el banquete, todo parecía un sueño hecho realidad.
Hasta que llegó el momento de cortar la tarta nupcial.
En nuestra ciudad hay una tradición: los novios se dan de comer el primer trozo de tarta. Yo tomé el cuchillo, él me ayudó… y entonces se inclinó hacia mi oído y susurró:
¿Y si te empujo la cara contra la tarta? Sería divertido.
Ni se te ocurra. Lo arruinarías todo.
Vale sonrió él, y pensé que el asunto había terminado.
Pero un minuto después, agarró un pedazo enorme y me lo restregó por toda la cara. Después, se rió a gritos. Los invitados también rieron, aplaudieron, grabaron con sus móviles.
¡Venga, admitid que ha estado gracioso! ¡Os lo dije! exclamó, eufórico, mirando a los amigos.
Todos rieron menos yo. Ahí estaba, con mi costoso vestido, el peinado destrozado, el maquillaje corrido… y lágrimas en los ojos. Todo mi esfuerzo, mi ilusión, reducido a una broma de mal gusto.
Él seguía riendo, hasta que hice algo que no esperaba. Os cuento qué pasó, y vosotros decidid si hice bien. Continuación en el primer comentario
Agarré otro trozo de tarta y se lo embadurné por el traje, que costaba casi cuatro mil euros. Dejó de reír al instante. Sus amigos, en cambio, rieron aún más fuerte.
¡¿Sabes cuánto vale esto?! ¡Este traje vale más que tu vida! gritó, furioso.
Lo sé respondí con calma. ¿Ahora no te hace gracia? Solo era una broma. ¿Duele, verdad?
Me quité el anillo, lo dejé en su mano y salí del salón con la cabeza bien alta. En ese momento, lo tuve claro: ningún matrimonio mío empezaría con una humillación. Nos divorciamos. Fin.