**Diario Personal**
Hoy ha sido el día más oscuro de mi vida. Durante el funeral de mi hijo, cogí un hacha y golpeé el ataúd una y otra vez hasta que la tapa se rompió. Cuando lo hizo, todos vieron algo horrible.
No iré. Ese no es mi hijo.
Mamá, ¿qué dices? Es el funeral de tu hijo, de mi marido. ¿Cómo puedes no venir?
No entiendes. Mi hijo no está en ese ataúd. Mienten, ocultan algo.
Pero viste los documentos. Explicaron que el accidente dejó su rostro irreconocible, pero la prueba de ADN confirmó que era él.
No es mi hijo. Lo siento.
Es el dolor, no quieres aceptar que se ha ido.
Mi hijo está vivo. Deja de hablar de él en pasado.
Por más que insistieron, me mantuve firme. Sin embargo, horas después, accedí a ir. Me negué a vestir de luto y me puse un abrigo azul. Llevaba una bolsa negra gruesa y no la solté ni un segundo. Mi nuera no dijo máslo importante era que había aceptado ir.
El día estaba gris, las nubes pesaban sobre el cementerio. Cuando empezaron a clavar la tapa del ataúd, salí adelante, pálida. Dejé la bolsa en el suelo, saqué el hacha y, antes de que nadie reaccionara, descargué un golpe brutal contra la madera.
Un crujido, las tablas saltaron. Un golpe, otroy el ataúd se partió casi en dos.
Silencio. Todos se quedaron helados. Algunos se taparon la boca, otros retrocedieron. El sacerdote bajó la mirada, como queriendo desaparecer. Hasta que alguien gritó:
¡Está… vacío!
El caos estalló. Varios hombres se abalanzaron sobre los sepultureros, alguien llamó a la policía. Mi nuera palideció y dejó caer su bolso. Yo, jadeante, me quedé junto al ataúd destrozado, apretando el hacha con tanta fuerza que mis nudillos blanquearon.
Se lo dijemurmuré con claridad. Mi hijo no está aquí.
Entonces, un hombre delgado, con el uniforme del cementerio, se abrió paso entre la gente. Dudó, pero al final habló:
Se llevaron el cuerpo anoche. Vinieron dos hombres mostraron papeles dijeron que lo trasladaban a otro depósito para otra autopsia. Yo no sabía que
Sus palabras nos helaron la sangre. ¿Adónde lo habrían llevado? ¿Quiénes eran esos hombres?
La policía llegó rápido, empezaron a interrogar a los presentes. Pero lo peor se supo después: en el registro del depósito no había rastro del traslado. En vez del nombre de mi hijo, ponía «incineraciónerror en los documentos». Alguien había borrado cualquier prueba de su existencia tras la muerte o había fingido su muerte.
Me senté en un banco, agarrando un trozo de la tapa. No había desesperación en mis ojos, solo determinación. Si estaba vivo, lo encontraría. Si no, daría con quienes le negaron hasta el descanso eterno.