Durante cinco años creyó que vivía con su marido, pero en realidad deseaba convivir con él como si fuera su madre: la historia de Helena, una joven de un pequeño pueblo español, y su descubrimiento sobre el amor, las expectativas y el papel de la familia en el matrimonio

Durante cinco años creyó que vivía con su esposo, pero resultó que lo que deseaba era vivir con él como si fuera su madre.

Isabel venía de un pequeño pueblo castellanoleonés. Allí fue donde la alcanzaron las flechas de Cupido. Se enamoró de Álvaro, y él también se enamoró de ella. Entonces decidieron dejar atrás su pequeña tierra natal. Les dijeron a sus padres que se iban a Madrid, para ganar dinero y celebrar una buena boda. Y, en efecto, partieron para trabajar y ahorrar. Pero al final decidieron que no gastarían todo lo ahorrado en una gran celebración.

Optaron por lo que ahora está tan en boga: boda en zapatillas deportivas y vaqueros, regalos solo en metálico y, en lugar del tradicional convite, un sencillo salón con mesas de aperitivos. El dinero de los regalos lo emplearon en abonar la entrada del piso hipotecado.
Aun así, sus madres, al regresar ellos para ver a la familia, les organizaron una pequeña fiesta.

Cinco años pasaron desde entonces. La pareja pospuso la llegada de los hijos y se afanó en pagar la hipoteca, ya que no les alcanzó el dinero de los regalos. La madre de Isabel era una mujer batalladora que crió sola a su hija y en cada llamada le recordaba que soñaba con tener nietos. Sin embargo, Isabel aún no se sentía preparada. No les apremiaba el tiempo, así que seguían sin prisas.

De pronto, Isabel empezó a tenerle reproches a Álvaro, reproches que siempre habían estado ahí pero que hasta entonces lograba guardar para sí. Un día me llamó y me dijo:

Él habla por teléfono rato y rato con los demás, pero a mí apenas me dice un hola y un adiós…
Cuando vuelva del trabajo tendréis tiempo de sobra para conversar le contesté.
Yo quiero ver una película de amor al final del día, pero él solo quiere ver películas de miedo.
¿Cuántas teles tenéis? Aunque hoy se puede ver cualquier cosa en el ordenador con auriculares. Claro que eso no parece vida familiar si estáis juntos pero cada uno con la cabeza en un sitio distinto.

¡Eso mismo pienso! ¡No creo que Álvaro me entienda!
Desde luego, es una afirmación interesante.
¿Por qué te ríes?
Bueno, ya está, no me río. Isabel, ¿cuándo disfrutáis realmente juntos?
Cuando estamos de vacaciones o cuando vienen amigos a casa Él entonces se muestra tan atento

Mi charla con Isabel se prolongó casi una hora. Me relató cómo se conocieron y cómo sus amigas la envidiaban. Al escucharla comprendí que el problema era esa necesidad suya de sentirse admirada ante los demás. Ese era el primer escollo, y el segundo

Isabel, ¿cómo imaginas un matrimonio ideal?
Por supuesto, debe haber hijos.
Eso se suele decir, pero muchos matrimonios se rompen después de tenerlos
El marido debe interesarse por cómo estoy, cómo me va en el trabajo… Tiene que saber valorar cómo voy vestida, alabar mi cocina
¿Él no lo hace?
Dice que está bueno, pero para mí no basta.
Cuéntame entonces Entra en casa, le sirves puré con filetes y él
Se frota las manos y sonríe.
Pero eso también es un piropo. No creo que te haría gracia si apartara el plato diciendo que no tiene hambre

Isabel calló, tal vez sin comprender del todo el sentido de su queja. Pero por alguna razón, arrastraba resentimiento hacia su marido. No terminaba de entender de dónde nacía esa insatisfacción. Para asegurar mis sospechas, le pregunté por su relación con su madre.

Supe que su madre era vivaz, muy expresiva y solía atosigarla con preguntas y comentarios. Pero, cuando las cosas iban mal, le daba su apoyo y siempre le aseguraba que todo iría bien.

Dicen por ahí que elegimos pareja buscando quien se parezca a nuestros padres, o quién sepa darnos mucho amor. Isabel nunca conoció a su padre, así que no tenía cómo saber que no todo el mundo sabe expresar sus emociones con la claridad de su madre.

Le dije entonces a Isabel que, desde hacía cinco años, era esposa de su madre, esperando que Álvaro copiara su manera de relacionarse. Al principio se sorprendió, pero luego, tras pensarlo, me dio la razón.

¿Y cómo se consigue divorciarse de una madre?
Muy fácil. Cada vez que surja un reproche, imagina que Álvaro nada tiene que ver, que es tu madre la que está a tu lado. ¡Él jamás podrá competir con ella!
¡Eso es!
¡Pues ya está! Y entonces verás cómo las quejas acaban por desaparecer.

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MagistrUm
Durante cinco años creyó que vivía con su marido, pero en realidad deseaba convivir con él como si fuera su madre: la historia de Helena, una joven de un pequeño pueblo español, y su descubrimiento sobre el amor, las expectativas y el papel de la familia en el matrimonio