Dormí con mi novio sin saber que había fallecido dos días antes, y ahora estoy embarazada del hijo de su espíritu

Dormí con mi novio sin saber que había muerto dos días antesahora estoy embarazada de su fantasma.
**Episodio 1**
Juro que lo vi. Lo toqué. Lo besé. Lo sentí. Su aliento era cálido, sus labios sabían a menta, como siempre. Incluso llevaba esa sudadera azul que tanto le molestaba porque le quedaba enorme y lo hacía parecer un “gamberro con corazón”. Era real. Me abrazó toda la noche. Me susurró “te quiero” al oído. Prometió que nos casaríamos al año siguiente. Recuerdo cada instante. Cómo deslizaba sus dedos por mi brazo. Cómo lloraba cuando yo lloraba. Cómo me hizo el amor con tanta pasión que creí que mi alma se partiría en dos. Y luego desapareció.
Me desperté sola. Pero no sentí miedo. Pensé que había salido a correr, como solía hacer. Su colonia aún impregnaba las sábanas. Mi piel ardía donde me había tocado. Pero algo no encajaba.
Llamé.
Otra vez.
Y otra más.
Entonces, mi mejor amiga, Martina, entró en mi habitación con el rostro pálido. No entendía por qué lloraba.
Lucía murmuró. ¿No lo sabes?
Me reí. ¿Saber qué?
Álvaro está muerto.
Parpadeé. ¿Muerto cómo?
Lloró más fuerte. Hace dos días. Un accidente de coche. La noche de la tormenta.
No. No. No. No.
Grité. La empujé. Le dije que era cruel por decir eso. Que no tenía gracia. Le enseñé el mensaje que Álvaro me envió la noche anterior. La nota de voz que decía: “Voy hacia ti. Echo de menos tu cuerpo junto al mío.” Ella miró el teléfono, temblando.
Lucía no pudo enviar eso. Ya estaba en la morgue.
El mundo se inclinó.
Mis rodillas cedieron.
Corrí al baño, agarré la toalla que él usó, aún húmeda. La sudadera tirada en el suelo. La marca de sus dientes en mi cuello.
Él estuvo aquí.
Tenía que estarlo.
Pero la verdad era Álvaro fue enterrado ayer.
Y, de algún modo, hice el amor con él anoche.
Pasaron los días. Las noches se volvieron insoportables. No podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos, lo veía. A veces, al pie de mi cama. Otras, susurrándome al oído. Una noche, escuché su voz: “No llores, cariño. Sigo contigo.” Intenté grabarlo, pero solo capté estática y mi propio jadeo de terror.
Entonces me faltó la regla.
Dos veces.
Pensé que era el estrés. El duelo. El trauma.
Hasta que vomité por quinta vez en un día.
Me hice una prueba.
Dos rayas.
Positivo.
Me desplomé.
La única persona con la que había estado era Álvaro.
Pero él estaba muerto.
Enterrado. Descomponiéndose. Ido.
Sin embargo, algo crecía dentro de mí.
Algo que se movía por las noches.
Algo que brillaba bajo mi piel cuando apagaba la luz.
Y cada vez que lloraba, diciendo que no podía soportarlo
Oía su susurro desde las sombras:
“No estás sola. Nuestro hijo viene.”
**Episodio 2**
No recuerdo haberme dormido. Solo despertar en la bañera, con la prueba de embarazo aún apretada en mi mano, esas dos rayas rosas burlándose de mi cordura. No había hablado con nadie en díasni siquiera con Martina. Mi teléfono sonó decenas de veces. Su nombre aparecía en la pantalla. Ignoré todas las llamadas.
¿Cómo explicar que esperaba un hijo de un hombre que llevaba semanas bajo tierra? ¿Quién me creería? Ni yo misma lo creía del todo. Hasta esa noche.
Apenas me dormí cuando algo presionó mi vientre desde dentro. No fue un movimiento normal. Se sintió intencionado. Como si quisiera llamar mi atención. Me incorporé de golpe, jadeando, con las manos en el estómago. Y entonces lo oí de nuevo.
La voz de Álvaro. Dentro de mi cabeza.
No temas, amor. Yo te elegí.
Grité y salí de la cama. Me miré al espejo, levantándome la camiseta. Juraría que vi un destello azul bajo mi piel. Parpadeó y se esfumó. Mis piernas flaquearon. Caí al suelo, sollozando.
Al día siguiente, fui al hospital. Le dije a la doctora que estaba embarazada tras la visita de mi novio. Mentí sobre las fechas. Mentí sobre todoexcepto los síntomas.
“Sueños extraños. Piel que brilla. Voces de alguien que no está.”
La expresión de la doctora pasó de preocupación a sospecha.
Haremos pruebas dijo con cautela. El estrés afecta la mente, más aún con las hormonas del embarazo.
Apoyó el estetoscopio en mi vientre. Su rostro se heló.
No oigo latidos pero algo se mueve.
Pidió una ecografía. Mientras yacía en la camilla, la técnica palideció. Ajustó el escáner una y otra vez. No dijo nada hasta que pregunté qué ocurría.
Hay un feto susurró. Pero brilla.
Salí del hospital sin esperar resultados. Esa noche, soñé de nuevo. Álvaro estaba junto al río de nuestro pueblo, el viento moviendo su sudadera.
Nuestro hijo no es como los demás dijo con voz suave. Él soy yo y algo más.
¿Qué quieres decir? pregunté.
Pero solo sonrió con tristeza. Lo entenderás pronto. Pero debes protegerlo.
Desperté y encontré las cortinas abiertas, aunque las había cerrado con llave. La sudadera que llevaba en el sueño estaba doblada junto a mi cama. La toqué. Aún estaba caliente.
Entonces supelo que crecía dentro de mí era real. Era suyo. Y me estaba cambiando.
Al día siguiente, llamé a Martina. Necesitaba ayuda. Vino corriendo y me abrazó. Le conté todo. Le mostré el brillo en mi vientre. Le hablé de los sueños, de la voz, del bebé.
No se rió.
No gritó.
Susurró: Debo llevarte a un lugar.
Me condujo a una casa antigua tras la iglesia de su abuela. Dentro, una anciana de trenzas grises y ojos claros me miró y dijo:
No eres la primera. Pero debes ser la última.
¿Qué significa eso? pregunté.
Su respuesta me heló la sangre.
Llevas el hijo de un alma atada. Ese niño es bendición y advertencia. Su padre no debió volver. Ahora esa puerta está abierta. Y otros cruzan.
¿Para llevárselo? pregunté.
Para llevarte a ti.
De pronto, las luces parpadearon. Un aire gélido entró por la ventana.
Y desde las sombras oí de nuevo a Álvaro:
Huye.
**Episodio 3**
La habitación se enfrió. Los ojos de la anciana se llenaron de terror mientras las sombras se alargaban como garras por las paredes.
Él está aquí murmuró, apretando un rosario de hueso y cuentas.
Martina me empujó tras ella.
Pero ya no temía a Álvaro. Temía a los otros.
A los que venían porque él rompió las reglas.
La anciana trazó un círculo con cenizas.
No salgas, pase lo que pase. ¿Me oyes? advirtió. Ahora eres puente. Entre la

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MagistrUm
Dormí con mi novio sin saber que había fallecido dos días antes, y ahora estoy embarazada del hijo de su espíritu