Después de 7 años planeando mi boda, ¡él me traicionó!

Después de 7 años planeando mi boda con el hombre de mi vida, me traicionó de la manera más cruel.

Me llamo Catalina García, y vivo en Toledo, donde el Tajo serpentea entre antiguas edificaciones. Mi historia podría parecer sencilla, pero me rompe el corazón. Me estaba preparando para casarme con quien pensaba que era mi destino, cuando me traicionó de una manera que aún me hace imposible respirar sin dolor.

Conocí a Diego hace siete años. Sin discusiones, sin un solo día sin calor ni respeto mutuo. Éramos como dos mitades, unidas en una sola. A los cuatro meses me mudé con él: ambos queríamos estar más cerca, no perder un minuto sin el otro. Juntos creamos miles de recuerdos que llevaré en el alma hasta mi último aliento. A veces jugábamos como niños: reíamos, bromeábamos, nos buscábamos a escondidas para seguir con nuestra felicidad. Otras veces nos amábamos como si no hubiera un mañana, con pasión, hasta las lágrimas de felicidad.

Nunca había sentido algo así con otros hombres. Diego era mi realidad, fuerte, tierno, el hombre en cuyos brazos quería dormir y despertar cada día de mi vida. El 8 de agosto se convirtió en un día inolvidable. Me despertó con el desayuno en la cama: croissants calientes, café aromático, su sonrisa. Luego nos amamos despacio, como si el tiempo se detuviera. Estábamos de vacaciones, disfrutando de la libertad y el uno del otro. Pasamos una semana en Mallorca: mar, sol, atardeceres que parecían mágicos. Todo era un cuento de hadas.

Ese día, mientras él estaba en el baño, alguien llamó a la puerta. Al abrir, un desconocido con una sonrisa me entregó un ramo de rosas rojas y una nota: “Te quiero. D.” Mi corazón latió de alegría. Agradecí a Diego por la sorpresa, le besé, y nos fuimos a la playa. Pero solo era el principio. Abajo, en la recepción, otro joven me dio una rosa más. Mientras caminábamos hacia el mar, otras seis personas me regalaron una flor. En la playa tenía un ramo de siete rosas: una por cada año de nuestro amor. Diego sonrío y guiñó un ojo: “Quería sorprenderte”. Pasamos el día junto al agua, y al atardecer, entramos en el mar besándonos al ritmo de las olas. De repente, se arrodilló en el agua: “Cati, ¿quieres casarte conmigo?”. Me quedé sin aliento de felicidad, las lágrimas rodaron por mis mejillas, mis piernas temblaron. “¡Sí!” — grité, y el mundo se convirtió en un torbellino de emociones.

Todo siguió su curso hasta diciembre. Antes de Año Nuevo se fue de viaje de negocios a otra ciudad. Volvió una semana después, pero era un extraño, frío, con la mirada apagada. Pasé tres días intentando entender qué sucedía, pero él guardaba silencio como una piedra. Finalmente, se quebró y confesó: tuvo una aventura con una colega. Bebieron, se relajaron, y “todo sucedió sin querer”. Mi mundo se derrumbó. El hombre que juró que yo era su universo, que me abrazaba como si fuera la única en el mundo, me había traicionado. Una puñalada por la espalda. Lloré y él también, sus lágrimas corrían por su rostro, pero no significaban nada.

Al día siguiente, recogí mis cosas y me fui. Él suplicó que me quedara, se aferró a mis manos, gritó que me amaba, que había sido un error. Pero no podía, todo dentro de mí había muerto. Cerré la puerta de un portazo y desaparecí de su vida. Luego vinieron llamadas, largas conversaciones, sus lágrimas y las mías. Pero el dolor no desaparecía, la traición ardía como hierro candente. Aún lo amo, tanto que me rompe el corazón. Pero al recordar lo que hizo, las lágrimas me asfixian, y el amor se mezcla con el odio. Nos hemos visto tres veces después de la separación. Cada vez quiero correr hacia él, abrazarlo, besarlo, pero me detengo. No puedo. Es como un veneno que no puedo tragar.

Quiero volver a él, regresar a esos días cuando era mi héroe. Pero temo que vuelva a romperme el corazón. Esta herida sangra y no sé cómo curarla. Paseo por las calles de Toledo, veo parejas de la mano, y me siento vacía. Él era todo para mí, ahora estoy sola, con este amor que me consume y con una traición que no me suelta. Por favor, ayúdenme con un consejo. Necesito oír otras opiniones, entender qué hacer. ¿Dejarle en el pasado o darle una oportunidad? El dolor es insoportable y me estoy ahogando en él sin ver la orilla. ¿Qué hago con este amor que se ha convertido en mi tormento?

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