Después de 19 años de matrimonio y dos hijos: ¡Javier se fue con una colega joven!
Ya no es mi marido. Escribo esta carta porque ya no puedo reprimir el dolor.
Tengo 42 años, y hace dos semanas mi mundo se vino abajo.
Mi esposo, con quien compartí 19 años de mi vida y el padre de nuestros hijos, simplemente dijo:
— Me voy.
Ni siquiera tuve tiempo de preguntar algo cuando añadió:
— Tengo a otra. Se llama Julia, tiene 28 años y está esperando un hijo mío.
Me quedé allí, incapaz de moverme.
Parecía que no había oído bien. Que no era mi Javier, no la persona a quien amaba, con quien compartía cada día, cada alegría, cada dolor.
Pero era él.
Hablaba con calma, como si me dijera que iba a comprar pan.
Y de repente entendí: no había notado nada.
Dos años de engaño Resultó que llevaba viéndose con ella dos años.
Y yo…
Lo esperaba con la cena.
Plancha sus camisas para que siempre estuvieran limpias y ordenadas.
Me preocupaba por qué ya no pasaba tiempo con los niños.
Me inquietaba por qué ayudaba tan poco en casa.
Culpaba a su ocupación, a su trabajo, a su cansancio.
Le inventaba excusas cuando cancelaba nuestros viajes en familia.
Ni siquiera me planteaba por qué dejó de tocarme.
Pero ahora todo queda claro.
Simplemente ya no me amaba.
Y yo fui la última en saber la verdad.
¡Qué ciega fui!
Cuando regresé a casa del viaje con los niños a casa de mis padres, lo vi de verdad por primera vez.
Era diferente.
No me miraba a los ojos.
No quería hablar.
No quería ni siquiera tocarme.
Sentía una distancia insalvable entre nosotros.
Y luego fue aquel día.
Percibí un aroma extraño en su camisa.
Era mi perfume.
Solo que yo no lo había usado.
Ese día solo usé desodorante.
Lo miré, y todo dentro de mí se encogió.
Por la noche vi marcas de lápiz labial ajeno en su cuello.
Y entonces todo se esclareció definitivamente.
Ni siquiera se justificó.
Simplemente dijo:
— La amo. No quiero seguir mintiendo. Tenemos que separarnos.
Intenté recordarle todo lo que habíamos compartido.
A nuestros hijos.
A los 19 años que pasamos juntos.
A que Julia podría ser como una hija para él.
Pero ya había tomado una decisión.
Quería una vida nueva.
Sin mí.
¡No quiero este divorcio!
Dos días después fuimos al abogado.
Javier quería “divorciarse rápido y sin problemas”.
Pero, ¿qué pasa si no quiero esto?
¿Qué pasa si no estoy preparada para dormir sola en un lado frío de la cama?
¿Qué pasa si todavía lo amo?
¿Algún día se dará cuenta de que cometió un error? Julia no sabe que lo que más le gusta es la paella.
Ella no sabe que sus camisas favoritas son de color azul claro.
Ella todavía no se da cuenta de que tiene problemas de espalda y que no puede sentarse en sofás blandos.
Pero un día lo descubrirá.
Y un día él también se dará cuenta.
Sé que algún día se arrepentirá.
Pero también sé que si alguna vez regresa, nunca podré olvidar su traición.
Estas noches, estas lágrimas, esta sensación de haber sido descartada como algo innecesario.
Solo me queda esperar a que el dolor se calme.
Algún día podré dormir sin lágrimas.
Algún día me despertaré y entenderé que ya no lo amo.
Simplemente espero que ese día llegue antes de que los niños vuelvan de vacaciones.
Porque debo ser fuerte.
Por ellos.