Despedida Rápida: Un Adiós desde el Coche y el Regreso a Casa…

Despedida Apretada: Un Adiós desde el Coche y el Regreso a Casa

Bajó del automóvil y se despidió con cariño de su amante antes de dirigirse a casa. Al llegar, se detuvo un instante frente al edificio, cavilando cómo revelar la verdad a su esposa. Subió las escaleras y abrió la puerta.

Hola dijo Gerardo. ¿Estás en casa, Carmela?
Aquí respondió su esposa, sin alterarse. Hola. ¿Debo empezar a freír los filetes?
Gerardo se prometió actuar con decisión, con la firmeza que se espera de un hombre. Era hora de terminar su doble vida, antes de que los besos de su amante perdieran calor, antes de que la monotonía lo atrapase de nuevo.

Carmela carraspeó Gerardo, debo decirte que debemos separarnos.
Carmela recibió la noticia con una calma sorprendente. Siempre fue difícil de alterar, razón por la cual Gerardo la llamaba cariñosamente “Carmela la Fría”.

¿En serio? preguntó desde la cocina. ¿Entonces no friego los filetes?
Como prefieras respondió él. Si quieres, fríelos. Si no, no. Me voy, estoy con otra.
Tras una declaración así, muchas esposas habrían arrojado algo a su marido. Pero Carmela no era como las demás.

Ah, Gerardo, siempre con tus tonterías dijo. ¿Trajiste mis botas del arreglo?
No se turbó Gerardo. Si es importante, voy ahora mismo por ellas.
Ay, Gerardo murmuró ella. Si mandas a un tonto por botas, volverá con las viejas.
Gerardo se sintió ofendido. El anuncio de la separación no marchaba como esperaba. ¡Todo era tan frío! Pero, ¿qué más podía esperar de una mujer llamada “Carmela la Fría”?

Carmela, ¡parece que no me escuchas! exclamó. Me voy. Viviré con otra mujer y tú solo hablas de botas.
Claro respondió ella. A diferencia de mí, tú puedes ir donde quieras. Tus botas no están en el taller. No tienes ataduras.
Llevaban mucho tiempo juntos, pero Gerardo aún no sabía distinguir si Carmela hablaba en serio o con ironía. En su día, se había enamorado de ella por su carácter sereno, su habilidad para evitar conflictos y su manera de decir mucho con pocas palabras. Además, sus dotes domésticas y su belleza habían sido decisivas.

Carmela era segura, leal y fría, como un ancla. Pero ahora Gerardo amaba a otra. ¡Una pasión ardiente, prohibida y dulce! Era hora de poner punto final y comenzar una vida nueva.

Carmela, quiero agradecerte todo, pero me voy. Amo a otra mujer, no a ti.
¡Qué sorpresa! exclamó ella. No me amas, ¡vaya novedad! Mi madre adoraba al vecino, mi padre amaba el dominó y el vino. ¿Y qué? Mira en lo que me he convertido.
Gerardo sabía que discutir con Carmela era inútil. Cada palabra suya pesaba como una losa. Su determinación inicial se desvaneció y prefirió evitar más peleas.

Eres maravillosa, Carmela dijo con resignación. Pero amo a otra, con pasión prohibida. Me voy, ¿entiendes?
¿Otra? preguntó ella. ¿Es la Isabel Mendoza?
Gerardo retrocedió. Sí, un año atrás tuvo un romance con Isabel, ¡pero jamás imaginó que Carmela lo supiese!

¿Cómo sabes eso? comenzó, pero se interrumpió. No importa. No es ella.
Carmela bostezó.

¿Entonces será la Sofía Rojas? ¿Con ella te irás?
Un escalofrío recorrió su espalda. También tuvo un affaire con Sofía, pero eso era pasado. Si Carmela lo sabía, ¿por qué no dijo nada? Ah, claro, era de acero; nada la hacía hablar.

No, no es Sofía ni Isabel. Es otra, la mujer de mis sueños. No puedo vivir sin ella y me voy. ¡No intentes disuadirme!
Entonces debe ser la Sonia resopló Carmela. Vaya, Gerardo ¡qué mal guardas los secretos! ¿Tu sueño es Sonia Herrera? Treinta y cinco años, un niño, dos abortos ¿Verdad?
Gerardo se agarró la cabeza. ¡Había acertado! Sí, estaba liado con Sonia Herrera.

¿Pero cómo lo sabes? balbuceó. ¿Alguien nos delató? ¿Me seguías?
Sencillo, Gerardo respondió Carmela. Soy ginecóloga y he examinado a casi todas las mujeres de esta ciudad, mientras que tú solo a unas pocas. Bastó con ver lo necesario para pillarte.
Gerardo se recompuso.

¡Supón que tienes razón! Aun así, me voy con ella.
Eres un necio, Gerardo dijo Carmela. Podrías haberme preguntado antes. No hay nada especial en Sonia, todo igual que las demás, y te lo digo como médica. ¿Has visto el historial de tu musa?
N-no admitió.
Pues bien. Ve a ducharte ahora. Mañana hablaré con el Dr. Gutiérrez y te atenderá sin espera dijo Carmela. Luego hablamos. No es normal: ¡que el marido de una médica no sepa escoger una pareja sana!
¿Qué debo hacer? preguntó Gerardo, abatido.
Voy a freír los filetes respondió Carmela. Tú, dúchate y haz lo que quieras. Si buscas una musa perfecta, sin problemas, dime, puedo recomendarte

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