Desde hace casi un año, mi hijo convivía con Lucía, pero nunca habíamos conocido a sus padres. Aquello me resultaba extraño, así que decidí investigar por mi cuenta.
Siempre quise criar a mi hijo enseñándole a respetar a las mujeres por encima de todo: a su abuela, a su madre, a su esposa, a su hija. Para mí, esa es la virtud más valiosa que puede poseer un hombre: el respeto a las mujeres. Mi marido y yo le dimos a nuestro hijo una educación exquisita y todos los recursos necesarios para que pudiera afrontar la vida con holgura. Nunca pretendimos sobreprotegerle, aunque lo cierto es que le compramos un piso de dos habitaciones. Él trabajaba para mantenerse por sí mismo, pero no le alcanzaba para comprar una vivienda propia.
No se lo regalamos de inmediato, ni siquiera le contamos que lo habíamos comprado. ¿Por qué? Porque mi hijo vivía entonces con su novia, y eso nos hacía dudar. Era todo tan rápido… Desde hacía ya casi doce meses convivía con Lucía, pero nada sabíamos de sus padres, y eso me inquietaba.
Al poco tiempo, descubrí que la madre de Lucía había sido vecina de una buena amiga mía. Aquella mujer me habló de cosas que me dejaron un nudo en el estómago. Resulta que la madre de Lucía echó a su marido de casa en cuanto empezó a ganar menos dinero, pero la verdadera sorpresa vino después… La mujer comenzó a verse con un hombre casado, aunque con una cartera muy abultada. La abuela de Lucía, por su parte, también mantuvo una relación con un hombre casado. Ambas, además, obligaban a Lucía y a su madre a ir de vez en cuando a la finca de ese hombre a ayudar en las tareas del campo.
Por todo esto, mi hijo ya había tenido varios encontronazos con su futura suegra. Pero lo que más me inquietó fue saber que tanto la madre como la abuela se dedicaban a malmeter a Lucía contra su propio padre.
La chica, se nota, adora a su padre, pero con esas dos mujeres en medio, su relación está al borde del abismo. Y por si esto fuera poco, Lucía tomó la decisión de abandonar los estudios. Cree que es el hombre el que debe llevar el pan a casa. Por supuesto que yo he criado a mi hijo para que asuma su responsabilidad familiar, pero me aterra pensar que puedan surgir problemas. ¿Y si algún día las cosas se tuercen? ¿Cómo va a ayudarle ella en esa situación? Por cierto, cambié el piso a mi nombre, porque sé que lo que he criado en mi hijo es un cervatillo, como solemos decir. Vale que lo adquirido antes del matrimonio no se reparte tras un divorcio, pero Lucía es una mujer tan hábil, que a mi caballero puede dejarle con poco más que los calcetines puestos…







