Desde hace aproximadamente un año, mi hijo vivía con Lucía, pero nosotros no conocíamos a sus padres, algo que siempre me resultó extraño y no terminaba de convencerme, así que decidí indagar un poco más sobre el asunto.
Siempre he procurado que mi hijo aprenda a respetar a las mujeres por encima de todo: su abuela, su madre, su esposa, su hija. Sinceramente creo que no hay mayor virtud en un hombre que el respeto por la mujer. Tanto mi mujer como yo nos volcamos en su educación y formación, le hemos dado todo lo necesario para que encare la vida con confianza y principios sólidos. No queríamos darle las cosas hechas, pero, aun así, le compramos un piso de dos habitaciones. Él tiene trabajo y se mantiene solo, sí, pero no le alcanzaba para afrontar la compra de una vivienda en Madrid.
En realidad, nunca le contamos que ese piso era suyo, ni se lo pusimos a su nombre. ¿El motivo? Porque vivía con una chica, ni más ni menos. Lucía era su pareja desde hacía cerca de un año, pero desconocíamos por completo a su familia, y esa situación se me hacía poco habitual, la verdad.
Resultó que la madre de Lucía era la antigua vecina de un conocido mío. Por casualidad, esta mujer me confió cierta información que no me dejó tranquilo. Según ella, la madre de Lucía echó al marido de casa en cuanto él empezó a ganar menos, pero eso era sólo el principio. Luego, la señora comenzó a salir con un hombre casado, aunque económicamente acomodado. Para colmo, la abuela materna de Lucía, igual que su hija, mantenía una relación clandestina con otro hombre casado, e incluso obligaba tanto a su hija como a su nieta a ir al cortijo del amante, en Toledo, para ayudar en las tareas del campo.
Por esta razón, mi hijo ya había tenido situaciones incómodas con la que sería su futura suegra. Lo que de verdad me inquieta de todo esto es cómo tanto la madre como la abuela de Lucía la incitan a tomar distancia de su padre.
Se nota a leguas que la chica siente un gran apego por él, pero, por culpa de estas dos mujeres, la relación con su progenitor pende de un hilo. Y por si fuera poco, Lucía ha decidido abandonar sus estudios. Piensa que el hombre debe ser el pilar económico del hogar. Yo estoy de acuerdo en que el hombre debe estar preparado y ser responsable, y en eso he educado a mi hijo; pero si la vida da un giro inesperado, ¿dónde queda la garantía? ¿Cómo podrá ayudarle ella en caso de que surjan verdaderas dificultades?
Por eso mismo, y sabiendo cómo está el mundo, puse el piso a mi nombre otra vez, porque conozco bien el carácter de mi hijo, que es demasiado bueno, por decirlo de algún modo. Está claro que todo lo adquirido antes del matrimonio no se reparte si llegan a divorciarse, pero Lucía es tan lista que podría conseguir que mi caballero termine saliendo de casa con lo puesto, y poco más que los calcetines.







