Descubrí que mi esposa abandonó a nuestros hijos por un nuevo matrimonio

Lo supe cuando mi esposa abandonó a sus hijos por un nuevo matrimonio

Conocí a María en una fiesta coorporativa de nuestra empresa, donde yo acababa de empezar a trabajar. Nosotros estábamos en departamentos diferentes y no sabía casi nada de ella. Enseguida capturó mi atención: alta, esbelta, con una sonrisa ligera de la que era difícil apartar la mirada. Pasamos toda la noche juntos: bailamos hasta caer rendidos, reímos y charlamos de todo un poco. Después de la fiesta, pedí un taxi y la acompañé hasta su casa en uno de los barrios residenciales de Madrid. Al día siguiente iba al trabajo como si volara, deseando verla de nuevo con todas mis fuerzas.

De camino pasé por una floristería, compré un ramo de rosas y una caja de sus bombones favoritos. María me recibió con una sonrisa radiante y desde ese día nos volvimos inseparables. Teníamos más de treinta años y no quisimos prolongar mucho el romance, ya éramos demasiado adultos para largos cortejos. Le propuse que se mudara conmigo y Ella aceptó sin dudar. La vida con ella era como un cuento de hadas: María resultó ser una anfitriona maravillosa, alegre y fácil de levantar. Sin preocupaciones ni nubarrones en el horizonte, solo felicidad y armonía.

Decidí que era hora de dar el siguiente paso. Compré un anillo con un pequeño diamante, me arrodillé y le pedí matrimonio. Dijo que sí y nos sumergimos en los preparativos de la boda. Sin embargo, al llegar a las listas de invitados noté algo extraño: casi no había familiares de María. Ella explicó que tenía solo parientes lejanos con quienes había perdido el contacto hace tiempo. Me encogí de hombros: cada familia tiene su propia historia.

La víspera de la boda, se fue con sus amigas a un salón de belleza para prepararse para el gran día. Dejó su móvil en casa sobre la mesa de la cocina. Lo cogí, pensando en llevárselo, ya que sabía la dirección del salón. Pero estando ya en el coche, escuché sonar el teléfono. En la pantalla aparecía “Mamá”. Dudé un momento, pero decidí contestar por si era algo urgente. Al otro lado del teléfono, una voz cansada y temblorosa de una mujer mayor se derrumbó en acusaciones: “¡María ha perdido la vergüenza! Nos dejó a cargo de sus hijos, no nos envía dinero y ahora ha desaparecido. Están enfermos, no tenemos medicinas, ¿cómo vamos a curarlos?”

Me presenté, sintiendo cómo se me helaban las manos. “¿Qué ha pasado?” pregunté, y la verdad brotó como una corriente helada. Resultó que María tenía dos hijos a quienes había dejado con sus padres en un pueblo cerca de Madrid y se había marchado a la ciudad en busca de una “vida mejor”. Al principio enviaba dinero, pero luego dejó de hacerlo. Los ancianos los crían con una pensión mínima y los niños crecen, necesitan ropa, comida, médicos. Pedí el número de cuenta y transferí lo que pude para medicinas y alimentos. Después, di la vuelta al coche y regresé a casa, dejando el salón de belleza atrás junto con mis ilusiones.

En casa, recogí sus cosas en maletas, con cuidado, pero con el corazón de piedra. Cuando volvió, arreglada, con un nuevo peinado y manicura brillante, le entregué el equipaje en silencio. Se quedó perpleja, comenzó a preguntar qué había sucedido. Le lancé el móvil sin pronunciar palabra alguna. Sus ojos se abrieron con sorpresa, comprendió todo. Empezó a explicarse, a justificarse, pero su voz resonaba como un eco en el vacío. No quería escucharla. Después de hablar con su madre, ella había muerto para mí como mujer y como ser humano.

Se puede engañar a los hombres, ser astuto, salir del paso: todos nosotros no somos santos. Pero abandonar a tus hijos en los hombros de padres ancianos, olvidarte de ellos, no ayudarles y mentirme en la cara diciendo que no tienes familia, eso no cabe en mi cabeza. Estaba delante mío: hermosa, pero vacía, como una cáscara quemada. En ese momento vi su verdadero ser y fue insoportable.

La boda no se celebró. Rompí todos los lazos con ella, la borré de mi vida como un mal sueño. Pero las preguntas permanecen. ¿Se puede comprender a María? ¿Puede una mujer que traicionó a los más cercanos ser una esposa fiel? ¿Debería creer en su amor, en sus promesas de que conmigo será diferente? Miro hacia el futuro y no veo más que la sombra de su mentira. Quizás soy demasiado severo, pero para mí, una madre que abandona a sus hijos por una nueva vida no es una mujer, sino un espectro que nunca querré tener a mi lado.

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Descubrí que mi esposa abandonó a nuestros hijos por un nuevo matrimonio