**La Elección Forzosa**
Cati, ¿no crees que ya es hora de dejar de mentirnos? Sergio se acercó tanto que ella sintió su aliento en la piel.
Sergi, ¡sabes que es mi marido! exclamó nerviosa Catalina, repitiendo por enésima vez la misma frase esa noche.
¿Y qué? ¡Tenemos derecho a ser felices! Dime la verdad, ¿Lenín es mi hijo? Sergio la agarró por los hombres con firmeza.
Catalina bajó la cabeza y dejó caer las lágrimas, sin importarle ya quien la viera llorar…
…Cati y Óscar crecieron en el mismo edificio, conociéndose desde la cuna. Sus familias vivían en el mismo rellano. No eran íntimos, pero mantenían una buena relación vecinal.
Difícilmente habría podido surgir una amistad más estrecha. Los padres de Cati trabajaban en la orquesta sinfónica. Gente culta, alegre, siempre recibiendo visitas. La niña ya estudiaba en el conservatorio y soñaba con seguir sus pasos, dedicándose a la música.
La familia de Óscar era todo lo contrario. Su madre era cajera en el supermercado de la esquina; su padre, mecánico en una fábrica. A pesar de las diferencias, Óscar y Cati eran inseparables. Juntos en la guardería, luego en primaria, compartiendo pupitre.
Los padres de Cati no ponían objeciones a su amistad… pero jamás vieron a Óscar como un yerno aceptable. En cambio, sus padres celebraban que su hijo se codease con una chica de “buena familia”, bromeando a menudo con que algún día serían “novios de verdad”.
…El primer día de clase en secundaria lo cambió todo. La tutora entró en el aula acompañada de un chico nuevo.
Chicos, este es Sergio, vuestro nuevo compañero. La profesora señaló un asiento libre.
Sergio captó todas las miradas: traje impecable, melena cuidadosa, una sonrisa deslumbrante y unos ojos azules que parecían de película. Cati también se fijó en él, aunque no se atrevió a acercarse.
Pocos días después, en el conservatorio, Cati iba distraída hacia su clase de solfeo cuando la puerta se abrió de golpe.
¡Hola! dijo, sobresaltada.
Hola respondió Sergio con su sonrisa de anuncio.
¿Tú también vienes aquí?
Sí. Acabo de terminar.
Yo voy a solfeo… murmuró ella, con voz de resignación.
Sergio iba a decir algo más, pero en eso llegó Lola, su amiga del alma, empujándola con su energía habitual.
¡Cati, que empezamos en dos minutos! Si llegamos tarde, la “seño Martina” nos fusila refunfuñó, arrastrándola hacia dentro.
Cati miró a Sergio por última vez antes de desaparecer en el pasillo.
En clase, no pudo concentrarse.
Señorita Sánchez, ¿le importaría volver a la tierra? La profesora la reprendió con una mirada severa.
Perdone… susurró Cati, ruborizada.
Al salir, encontró a Sergio esperándola.
¿No te habías ido? preguntó, sorprendida.
No. Quería acompañarte.
Caminaron juntos, hablando de música. Sergio contó que su familia había vivido antes en Madrid y que, como ella, quería dedicarse a la música…
…Ese fin de semana, Cati no pudo dejar de pensar en él. Aún no sabía que estaba enamorada. Todo cambió. Antes, volvían a casa juntos solo ella y Óscar. Ahora eran tres. Aunque Óscar desdeñaba al refinado Sergio, no se atrevía a decir nada…
…Pasaron dos años. Cursaban cu







