Decidió llevarla a un hogar de ancianos: Increíble cómo un hijo puede abandonar a su madre

“No puedo creer que un hijo pueda rechazar a su madre.”

Una mañana salí al patio y vi en casa de mi vecina a una anciana. Estaba encorvada, sentada bajo la sombrilla en un banquito, como si se hubiera quedado dormida al aire libre.

Me pareció extraño, pues mi vecina no tenía familia. Ella y su marido no tuvieron hijos, y él había fallecido el año pasado tras una larga enfermedad. Claro, estaba triste y aburrida, sola en su vejez. Aunque no era tan mayor como para desesperarse. Tenía que aceptar su realidad.

Me acerqué a la casa de mi vecina para preguntar por aquella mujer. La anciana era educada, pero apenas habló conmigo. Mi vecina me confesó en secreto que estaba muy afectada. Su hijo había abandonado a Doña Carmen, así que era mejor no molestarla.

Toda su vida trabajó en la orquesta sinfónica. Su marido era catedrático, profesor universitario. Ella sabía de sus líos con las alumnas, pero no quiso destruir la familia. Por eso calló, sin hacer escándalos.

Su único hijo y su trabajo le quitaban casi todo su tiempo. Además, daba clases de música en casa.

El hijo creció, terminó sus estudios y se casó. Nació una nieta, a quien adoraba. Fue entonces cuando su marido decidió irse con otra, aunque sin divorciarse.

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El hijo y su mujer tenían un negocio, así que no la visitaban mucho. Pero le dejaban a la nieta. La vejez llegó de pronto. Sucedió que el marido fue echado por su amante y regresó con ella. Pero, al ver a su esposa junto a una mujer joven, le pareció una anciana decrépita, y eso le disgustó. Le costaba estar cerca. Soñaba con encontrar a alguien más joven.

Para entonces, el hijo ya tenía su propia casa, amplia y lujosa. El padre empezó a rogarle que se llevara a su madre. El hijo no se opuso. Su hija también quería mucho a la abuela. Pero la esposa…

No aceptaba que una vieja viviera en su hogar. Al principio, el hijo le gritó, pues era su madre, y decidió que se quedaría con ellos.

“Está bien. Pero que tu padre ponga el piso a nombre de la nieta. Por si acaso se junta con otra y no heredamos nada.”

Para contentar a su esposa, el hijo habló con su padre, quien prometió traspasar el piso a la nieta.

Doña Carmen se mudó con ellos. Al fin y al cabo, no era tan malo: aire fresco, naturaleza, familia. Su marido no tardó en buscar otra amante, aunque sin divorciarse.

La nuera seguía quejándose y tratando fatal a su suegra. Se quedaba en casa humillándola, gritándole, levantándole la mano. La madre no le decía nada al hijo. La nieta empezó a imitar a su madre. Ante tal trato, Doña Carmen entró en crisis y exigió que su hijo la llevara de vuelta a su casa.

El hijo llamó al padre, pero este se negó rotundamente: ya vivía con otra. La hija y su esposa insistieron en que la abuela se fuera. Decidió llevarla a una residencia de mayores. Mi vecina se enteró. Resultó que conocía a la anciana desde hacía años. Se apiadó de Doña Carmen y arregló que el hijo la trajera con ella. Él prometió mandarle dinero y le pidió que lo llamara a menudo.

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Trajo a su madre. Las condiciones le gustaron. Juró que vendría siempre que pudiera. Bueno, ya se verá. Así son las cosas cuando alguien carga con una familia que los suyos ya no quieren. ¿Adónde puede ir una anciana? La vida es como un boomerang: lo que das, vuelve. Hay que cuidar a los padres.

Sed amables, más humanos y compasivos con los vuestros.

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