«¿Debo pagar manutención por mi hermano con el dinero de manutención de mi hijo?»

Me reí, pero era una risa amarga. ¿O sea que con la pensión alimenticia que mi exmarido paga por nuestro hijo, yo debería hacerme cargo de la manutención de los hijos de mi hermano? Mi madre creía que era lo más normal del mundo, que era mi deber ayudar a mi hermano. Todo empezó hace un par de años, cuando mi vida ya parecía un culebrón absurdo.

**El divorcio y una nueva realidad**
Mi exmarido y yo nos divorciamos cuando nuestro hijo, Lucas, tenía cinco años. Fue un proceso feo: gritos, peleas por los muebles, juicios interminables. Al final, me quedé con Lucas, y mi ex quedó obligado a pagar una pensión. Claro, la cantidad era ridícula—el 25% de su sueldo en blanco, que, como siempre, era el mínimo. En realidad, ganaba mucho más, pero no pude probarlo en el juzgado. Así que vivíamos con lo justo: yo trabajaba en una oficina, hacía trabajos extras, y la pensión iba directo a la guardería y las actividades de Lucas.

Mi madre siempre me apoyó. Me ayudaba con el niño, me traía comida, a veces me dejaba algo de dinero. Pero tenía un punto débil: mi hermano pequeño, Javier. Tiene 28 años y vive metido en líos: un día lo echan del trabajo, al otro rompe con su novia, al siguiente tiene deudas. Mi madre pensaba que yo, como hermana mayor, debía “sacarlo adelante”. No me molestaba echarle una mano en pequeñas cosas, pero lo que vino después me dejó sin palabras.

**Javier y sus “problemas familiares”**
Javier tiene dos hijos con dos mujeres diferentes. Con la primera rompió cuando su hija, Sofía, tenía dos años; con la segunda, cuando su hijo, Daniel, cumplió uno. Supuestamente, debía pasarles manutención, pero, como era de esperar, no lo hacía. Trabajaba en negro, hacía chapuzas y, oficialmente, “no tenía nada”. Sus exes pusieron demandas, pero de poco sirvió—no se puede sacar dinero de donde no hay.

Hasta que un día mi madre llegó y soltó: “Lucía, tienes que ayudar a Javier. Su ex amenaza con denunciarlo por impago, y podría acabar en la cárcel. ¿Quieres eso para tu hermano?”. Yo me quedé helada: “Mamá, pero ¿qué tengo que ver yo con eso? Que se arregle solo”. Pero ella ya tenía todo planeado. Dijo que yo debía pagar la manutención de los hijos de Javier. Según ella, como yo tenía ingresos—la pensión de mi ex—, podía usarlos para cubrir sus obligaciones.

**La lógica absurda y la deuda familiar**
Al principio pensé que era una broma. ¿Cómo iba a pagar la manutención de los hijos de mi hermano con el dinero que necesitaba para el mío? Pero mi madre iba en serio. Repetía que “la familia es lo primero”, que Javier estaba “en un aprieto” y que yo, por ser la mayor, debía salvarlo. Hasta contó historias de su juventud, de cómo ella ayudó a sus hermanos en momentos difíciles. Intenté explicarle que no era lo mismo, que yo apenas llegaba a fin de mes, pero no quiso escuchar.

Peor aún: ya había hablado con Javier, y él parecía encantado con la idea. Me llamó y empezó con su discurso: que la vida era dura, que lo acorralaban y que yo podía solucionarlo “sin esfuerzo”. Me quedé muda. “Javier, ¿en serio? ¿Quieres que use el dinero de Lucas para tus hijos?”. Él solo respondió: “Bueno, Lucía, tú sabes lo mal que lo estoy pasando. Tú estás más estable”.

**Mi postura y las consecuencias**
Me negué. Rotundamente. Le dije que no iba a dejar a mi hijo en la estacada para tapar las irresponsabilidades de mi hermano. Mi madre se enfadó, me dijo que era “una egoísta” y que “no valoraba a la familia”. Javier también se mosqueó, acusándome de “abandonarlo”. Pasamos semanas sin hablar. Me sentía culpable, pero sabía que tenía razón.

Al final, Javier encontró alguna salida: parece que convenció a una de sus exes de no denunciarlo, y a la otra, directamente la ignoró. Pero mi madre aún cree que yo debía “tener más corazón”. Incluso ahora, cuando le pido que cuide a Lucas, a veces lo menciona.

**Lo que aprendí**
Esta experiencia me enseñó tres cosas. Primero, que no se puede dejar que la familia use el “deber” para manipularte. Amo a los míos, pero mi prioridad es Lucas. Segundo, que hay que ayudar solo a quienes intentan salir adelante. Javier siempre espera que mamá o yo lo saquemos del lío. Y tercero, que decir “no” es necesario, aunque duela.

Ahora mantengo cierta distancia con Javier. Con mi madre las cosas mejoran, pero dejé claro que no voy a tolerar más chantajes emocionales. ¿A vosotros os ha pasado algo parecido? ¿Cómo ponéis límites sin romper la relación?

Rate article
MagistrUm
«¿Debo pagar manutención por mi hermano con el dinero de manutención de mi hijo?»