Cuando Pablo llevó a casa a su novia, su padre quedó boquiabierto y su rostro se llenó de sudor.

Cuando Pablo García llevó a su novia a casa, su padre quedó petrificado, la frente cubierta de sudor.
El primer desengaño de Pablo: una lección que grabó en la memoria para siempre.

Desde pequeño, Pablo se sentía inseguro por su estatura diminuta. En el jardín de infancia de la calle del Sol era el más bajo; hasta las niñas le superaban en altura. No tenía amigos, jugaba solo y, cuando los demás niños le quitaban los juguetes, se quedaba callado y aguantaba, sin quejarse a sus padres.

En la escuela de San Lorenzo nada cambió. Lo llamaban «chiquitín», se burlaban de él y él apretaba los puños con más fuerza. Cuando las burlas se volvieron insoportables, pidió a sus progenitores que lo inscribieran en una sección deportiva.

Pasaron los años y ya nadie lo reconocía. Creció, se robusteció; su cuerpo se volvió musculoso y atlético. En el noveno curso, las chicas empezaron a fijarse en él, pero Pablo recordaba todas las humillaciones de la infancia y no quería acercarse a nadie.

El primer romance y la primera desilusión
Al ingresar a la Universidad Complutense, su vida dio un giro. Ganó confianza, entabló conversaciones con facilidad y las chicas mostraban simpatía de inmediato.

Así conoció a Alicia Martínez, estudiante que vivía en un piso compartido en el barrio de Lavapiés. Al principio solo la acompañaba al portal, pero una tarde ella lo invitó a su casa. De ahí surgió una relación cercana.

Sin embargo, eso no le daba verdadera felicidad. Un día, siguiendo el latido de su corazón, Pablo propuso:

Casémonos.

Alicia soltó una risa.

Pablo, tienes toda la vida por delante. Eres guapo, deportista, y verás que tendrás muchas chicas. Puedes salir con quien quieras y luego escoger a la mejor.

¿En serio? su voz se heló.

Claro dijo encogiéndose de hombros. Tengo prometido a un novio. Es el más bonito y rico del barrio; me manda dinero constantemente para no vivir en el residencia. Sólo nos vemos en vacaciones; contigo paso las noches.

Aquellas palabras lo hirieron como puñaladas.

Entonces, ¿solo soy un plan provisional? preguntó, amargado.

Pablo, me gustas de verdad, pero ya sabes respondió ella.

Pablo se levantó y empezó a recoger sus cosas.

¿Te ofendes? se mofó Alicia, mirando su partida. Menos mal que descubras la verdad ahora. No confíes en las chicas al primer momento; conócelas bien antes de abrir el corazón.

Pablo salió sintiéndose usado.

El hogar cálido tras las ilusiones rotas
Al volver a su casa en la zona de Hortaleza, dejó el baúl junto al umbral.

Hijo, ¿qué ha pasado? se inquietó su madre, Carmen, al ver su expresión. ¿No habrá boda?

Menudo golpe, contestó breve, sacando del bolsillo un anillo de plata. Toma, te será más útil a ti que a mí.

Su madre, con tristeza, lo miró.

Es un anillo bonito; lo llevaré yo misma suspiró. Ven a la cocina, he horneado tus empanadillas favoritas y preparado té de menta. Sentémonos y charlemos.

Pablo sintió el calor y la preocupación que tanto le habían faltado en los últimos días.

Otro golpe al orgullo
En la universidad evitaba encontrarse con Alicia, pero ella actuaba como si nada hubiera ocurrido. Después de clase caminaba de la mano con Constantino Pérez, susurraba cosas al oído y luego desaparecía por callejones desconocidos.

Pablo comprendió que sus palabras no eran más que excusas; él solo era un entretenimiento pasajero, una sustituta hasta que apareciera la siguiente opción conveniente. Ese pensamiento dejó una amarga sensación en su interior.

Y, pocos días después, se topó con otra prueba.

Pablo, ven a mi cumpleaños le dijo de improviso Tamara López, una de las chicas más guapas del grupo.

¿Sería esa una oportunidad real o simplemente una nueva trampa?

Así recuerdo, con la nostalgia de quien ha vivido esas pasiones y desengaños, la historia de mi juventud, marcada por lecciones que el tiempo no borra.

Rate article
MagistrUm
Cuando Pablo llevó a casa a su novia, su padre quedó boquiabierto y su rostro se llenó de sudor.