Cuando el desconocido se convierte en cercano: historia de un hombre sin nombre y una mujer que le devolvió su identidad

**Cuando un extraño se convierte en familia: la historia de un hombre sin nombre y la mujer que le devolvió su identidad**

—¿Ningún documento? ¿Ni pasaporte, ni siquiera un nombre? —Elena Martínez frunció el ceño, examinando el historial médico. Su voz sonaba tranquila, pero en sus ojos se adivinaba preocupación.

—Nada —negó con la cabeza la enfermera mayor—. Lo encontraron en un banco del parque. Aquella noche hacía un frío de vértigo, menos diez grados. Su temperatura corporal era crítica. Además, tenía un hematoma en la nuca, como si se hubiera golpeado. Pero lo importante es que, por milagro, sigue vivo.

Elena miró al paciente: un hombre de unos cuarenta años, piel pálida y canas en la barba. Yacía bajo el suero, respirando con calma. No parecía un vagabundo. Manos pulcras, uñas limpias… algo no encajaba.

—Lleva cinco días aquí. La policía ha revisado todas las bases de datos y nada. Si no descubrimos quién es, en una semana irá a un centro social —suspiró el médico de guardia.

—¿Puedo hablar con él? —dijo Elena, casi sin pensarlo. Algo la atraía. ¿Intuición? ¿O algo más?

—Buenos días. ¿Cómo se siente? —entró en la habitación con una sonrisa.

—Mejor, gracias. Esta noche soñé… que caminaba por un campo. Las plantas eran raras, diferentes. Las tocaba, las estudiaba… —su voz era suave, serena.

—Buena señal —Elena le tomó la tensión—. Quizá la memoria empiece a volver. ¿Cómo quiere que le llame?

El hombre dudó un instante.

—David… Creo que me llamo David.

Días después, estaba sentado en la cama, la mirada perdida.

—Mañana me dan el alta. ¿Sabe lo que me aterra? No es no recordar mi pasado… Es no saber adónde ir. ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí?

Elena observó sus ojos grises, profundos, y de pronto dijo:

—Tengo una habitación libre. Puede quedarse con nosotros. Hasta que se aclare.

—¡¿A quién has traído a casa?! —protestó su hijo Javier—. ¡Mamá, es un desconocido! ¡Ni él mismo sabe quién es!

—A veces hay que confiar —respondió ella en voz baja—. Siento que no es peligroso. Al contrario: tiene más miedo que nosotros.

David no quería ser una carga. Se levantaba temprano, comía aparte, lavaba los platos, arreglaba estanterías, reparaba el grifo. Estaba en la casa, pero como una sombra. Casi un fantasma.

Hasta que un día, Javier llegó del instituto cabizbajo.

—He suspendido el examen de mates —refunfuñó.

—¿Quieres que te ayude? —ofreció David—. Las matemáticas son un lenguaje. Si lo entiendes, todo se vuelve claro.

La duda del chico se transformó en esperanza. Dos horas después, Javier lo miraba con admiración:

—¿Eres profesor o algo?

—No lo sé… Pero gracias.

Más tarde, Laura, la amiga de Elena, llegó emocionada:

—¡Tu David me ha salvado el negocio! Las plantas de la oficina de mi cliente se estaban muriendo. En dos días encontró el problema: un error en el agua. ¡Parece que habla con ellas!

—¿Será botánico? —preguntó Elena.

—Él no lo recuerda. Pero las trata como si fueran seres vivos. No solo las cuida… las siente.

Una tarde, Javier corrió hacia Elena:

—¡Mamá, toca el piano! Se acercó y empezó con la *Sonata Claro de Luna*. ¡Nunca había escuchado algo así!

—No creo haber tocado antes —admitió David, avergonzado—. Pero mis dedos lo recordaban.

Por las noches, deambulaba inquieto.

—Siento que todo está cerca. Rostros, lugares, olores… pero como una película muda. Le falta el sonido. Y la luz.

Tres meses después, un desconocido los detuvo en la calle:

—¡Antonio! ¡Eres tú! ¡Antonio Ribera!

—Se equivoca —dijo Elena rápidamente—. Se llama David.

—¡No! Es Antonio Ribera, profesor de botánica. Nos conocimos en un congreso hace un año.

David guardó silencio. Luego murmuró:

—No lo sé… Tal vez. Pero tengo miedo de recordar. ¿Y si mi pasado es oscuro?

Esa noche, llamaron a la puerta. Un hombre delgado se presentó:

—Carlos Mendoza. Detective privado. Busco a un botánico desaparecido hace un año. Alguien lo reconoció y me avisó.

David salió en silencio.

—¿Usted es Antonio Ribera?

—No lo sé. Tengo amnesia.

El detective le mostró una foto. Era él, pero diferente. Pelo corto, gafas. Junto a él, una mujer de mirada fría.

—Su esposa, Claudia. Ella me contrató.

Cuando se quedaron solos, David susurró:

—No la recuerdo. Y no quiero hacerlo. Si hubiera amor… ¿cómo olvidarlo?

Claudia llegó después. Impecable, distante. Sin besos, sin abrazos.

—Te vienes conmigo.

—No estoy listo —respondió él con firmeza.

—Nos vamos mañana. Basta de tonterías.

—¿Quién es Javier Ortiz?

—¿Cómo sabes ese nombre? —su voz tembló por primera vez.

—Quiero saberlo todo. Sobre el proyecto. La traición. Lo que pasó.

Esa noche, fue a ver a Elena.

—He recordado. No todo, pero lo esencial. Este cuaderno… —mostró unas páginas gastadas—. Son mis fórmulas, mis notas. Descubrí una nueva especie de plantas con propiedades únicas. Javier quería robarme el hallazgo. Y Claudia estaba involucrada. Los escuché hablar. Me fui a una expedición para reunir pruebas… pero luego, un golpe, la caída… y la oscuridad.

A la mañana siguiente, Javier irrumpió en la cocina:

—¡Mamá! Escuchó a Claudia hablar con Javier. ¡Quiere llevárselo antes de que encuentre las pruebas!

—Ya es tarde —dijo David con calma—. Todo está aquí. Este cuaderno es mi defensa. Iré a la policía. O a la universidad. Que la verdad salga.

Claudia regresó.

—Antonio, nos vamos.

—No.

—No sabes con quién te juegas…

—Ahora lo sé. Adiós.

Al marcharse, David miró a Elena.

—Me quedaré. Si no te importa.

—No me importa. Nunca.

Seis meses después, el balcón estaba lleno de macetas. Javier, sonriente, con su diploma. Elena, feliz.

—Nunca pensé que un encuentro lo cambiaría todo.

—A veces, perderse es la única manera de encontrarse —dijo él, tomándole la mano—. No solo recuperé mi identidad. Los encontré a ustedes.

Primavera. Una vida nueva. Una historia verdadera.

**Y al final, aprendí que la familia no siempre es la que tienes, sino la que eliges.**

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MagistrUm
Cuando el desconocido se convierte en cercano: historia de un hombre sin nombre y una mujer que le devolvió su identidad