**Corazón roto, camino a la felicidad**
«Ana, entre nosotros se acabó», dijo Miguel con voz fría. «Quiero una familia de verdad, hijos. Tú no puedes darme eso. He presentado los papeles del divorcio. Tienes tres días para recoger tus cosas. Si te vas, avísame. Yo me quedaré en casa de mi madre hasta que prepare el piso para el niño y para su madre. Sí, no te sorprendas, mi nueva pareja está embarazada. ¡Tres días, Ana!»
Ana se quedó muda, sintiendo que el suelo se abría bajo sus pies. ¿Qué podía responder? Cinco años intentando tener un hijo, pero tres embarazos terminaron en tragedia. Los médicos le aseguraron que estaba sana, pero cada vez algo salía mal. Ana llevaba una vida saludable, y durante los embarazos era aún más cuidadosa. La última vez, se desmayó en el trabajo, y la ambulancia no llegó a tiempo
La puerta se cerró de golpe tras Miguel, y Ana, exhausta, se desplomó en el sofá. No tenía fuerzas para recoger nada. ¿Adónde iría? Antes del matrimonio, vivía con su tía, pero esta había fallecido, y el piso lo vendió su primo. ¿Volver al pueblo de su abuela, La Almunia? ¿Alquilar algo? Y su trabajo Las preguntas giraban en su cabeza, pero el tiempo pasaba.
A la mañana siguiente, la puerta se abrió y entró su suegra, Elena Martínez.
«¿No duermes? Mejor», dijo secamente. «He venido para asegurarme de que no te llevas nada que no sea tuyo.»
«No pienso quedarme con los calcetines viejos de tu hijo», respondió Ana, frunciendo el ceño. «¿Quieres contar mis cosas?»
«¡Qué descarada eres! Y antes eras tan dulce. Siempre le dije a Miguel, después del primer embarazo, que nunca podrías tener hijos.»
«¿Eso viniste a decirme? Entonces cállate y vigílame.»
«¿Por qué te llevas la vajilla?», exclamó la suegra, alarmada.
«Es mía, de mi tía, un recuerdo suyo.»
«¡Aquí quedará vacío sin ella!»
«No es mi problema. Pero al menos tendrás un nieto.»
«¡Llévate solo lo tuyo!»
«El portátil, la cafetera y el microondas son regalos de mis compañeros. El coche lo compré antes de la boda. Tu hijo tiene el suyo.»
«Lo tienes todo, ¡pero hijos no puedes tener!»
«No es asunto tuyo. Parece que Dios así lo quiso.»
«¿No te arrepientes? Quizá lo hiciste a propósito»
«Dices tonterías. Ni siquiera puedo pensarlo sin que me duela.»
Ana miró a su alrededor: sus cosas habían desaparecido. El cepillo, el maquillaje, los zapatos Olvidaba algo importante. La presencia de su suegra la molestaba. Recordó: la figurita del gato, un recuerdo de su abuela. Dentro había un escondite con unos pendientes y un anillosin valor material, pero llenos de cariño. Miguel lo consideraba una tontería. ¿Lo habría tirado? Ana abrió la terraza.
«¿Qué buscas ahí?», gritó su suegra. «¡Vamos, recoge tus cosas y vete!»
Encontró el gato, todo estaba intacto. Ahora podía marcharse.
«Aquí tienes las llaves, adiós. Espero no volver a verte.»
Ana fue a la oficina. Estaba de baja, pero pidió vacaciones.
«Estamos contigo», dijo su jefe. «Pero sin ti es difícil. ¿Tres semanas te bastan? ¿Te quedas en Madrid?»
Ana cerró los ojos y sintió la mano de Pablo apretando la suya con suavidad, sabiendo que, después de tanto dolor, su nueva vida apenas comenzaba.
**Lección aprendida:** A veces, lo que parece el fin es solo el principio. La vida, como el vino, mejora con el tiempo, incluso después de las tormentas más amargas.