Cómo un esposo comprendió el significado de “descansar” en el permiso parental en solo una semana

**Diario personal: Cómo mi marido entendió lo que es «descansar» en la baja parental en solo una semana**

Muchos hombres creen que la baja maternal es un tiempo de relax para las mujeres, como si solo fuera cuidar del bebé y disfrutar del día. Pero la realidad suele ser muy diferente. Nuestra historia podría servir de lección a quienes piensan así.

En casa tenemos dos hijos, casi de la misma edad, con solo un año de diferencia. Estos pequeños «diablillos» no paran quietos y su imaginación no tiene límites. Sus juegos convierten la casa en un campo de batalla: a veces soy su prisionera en un barco pirata, otras, una exploradora perdida en la selva. Además de ser su compañera de aventuras, tengo que cocinar, limpiar, lavar la ropa y hacer la compra. Cada minuto del día está planeado para que, cuando mi marido llegue, la casa esté ordenada y la cena lista.

Mi esposo, Javier, trabajaba en una fábrica y era el sostén de la familia. Yo procuraba que, al volver, encontrara un hogar acogedor. Por las noches, él jugaba con los niños, les leía cuentos o montaba puzzles. Aun así, las cuentas no cuadraban bien: además de los gastos diarios, pagábamos la hipoteca. Había que ajustar el cinturón y planificar cada euro.

De pronto, vino el golpe: en la fábrica hubo un recorte de personal, y Javier se quedó sin trabajo. Aunque recibió una indemnización de dos meses, su ánimo estaba por los suelos. Se sentía inútil, perdido. Los primeros días los pasó en el sofá, pegado a la tele. Esperé a que reaccionara y buscara empleo, pero las semanas pasaban y él seguía igual.

Al ver cómo se esfumaban nuestros ahorros, decidí actuar. Una tarde, tras encontrarlo otra vez frente al televisor, le dije:

—Cariño, me han ofrecido volver a mi antiguo trabajo. Como ahora estás libre, podrías encargarte de los niños y la casa mientras yo trabajo.

Javier se quedó blanco:

—¿Cómo? ¿Yo, de ama de casa? ¿Cuidar de los niños, limpiar, cocinar…?

Sonreí:

—Tú siempre decías que esto era como estar de vacaciones. Ahora podrás comprobarlo.

Tras un rato de silencio, aceptó. Le di un «curso intensivo»: cómo bañar a los niños, qué comidas preparar, los horarios… Él lo apuntó todo en un cuaderno, como si fuera un examen.

El primer día de trabajo lo recuerdo bien. Al volver, la casa era un caos: juguetes por todas partes, platos sucios amontonados en la cocina, los niños lloriqueando de hambre. Javier me recibió con cara de culpabilidad:

—Lo siento… no me ha dado tiempo a hacer la cena.

Respiré hondo y me puse a ordenar, pensando que era solo el primer día. Pero la escena se repitió una y otra vez. Al séptimo día, Javier se rindió:

—No puedo más. Esto no es descansar, es una condena. Busquemos una guardería para los niños.

Aceleramos los trámites para llevarlos a la guardería, y Javier se puso a buscar trabajo sin perder tiempo. Al poco, encontró algo estable y volvimos a la rutina. Ahora, cuando recordamos esa semana, nos reímos de cómo Javier «descansó» en su baja paternal.

Esta experiencia nos enseñó algo: la baja no es vacaciones, es un trabajo agotador que exige paciencia y entrega. Ahora Javier valora mucho más lo que hago en casa y entiende lo duro que es.

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