No sé si es normal o no, pero la exmujer de mi marido me está amargando la existencia.
En un pueblo pequeño cerca de Sevilla, donde los rumores vuelan más rápido que el viento, mi vida, que empezó con amor, ahora está llena de angustia y dudas. Me llamo Lucía, tengo 29 años, y me casé con Alejandro, un hombre que ya había estado casado antes. Tuvimos un hijo, nuestro pequeño Adrián, y todo parecía perfecto. Pero la sombra de su exmujer, que vive en este mismo pueblo, envenena mi felicidad. No sé si esto es normal o si me estoy volviendo loca.
**Amor con pasado**
Alejandro me conquistó con su bondad y seguridad. Es diez años mayor que yo, y su experiencia en la vida me parecía un refugio. Cuando nos conocimos, llevaba tres años divorciado. Su primer matrimonio, con Marta, duró siete años y no tuvieron hijos. Él me contó que se separaron por sus infidelidades, y yo le creí. Nos casamos hace dos años, y poco después nació Adrián, nuestro pequeño ángel. Pensé que el pasado quedaba atrás, pero me equivoqué.
Marta vive en el mismo pueblo, y su presencia se siente en todas partes. Trabaja en un bar local, va al mismo supermercado que yo y, al parecer, lo sabe todo sobre nuestra vida. Sus miradas cargadas de desprecio cuando coincidimos no pasan desapercibidas. Al principio pensé que eran casualidades, pero luego empezaron a suceder cosas que me hicieron dudar de mi cordura.
**La sombra del pasado**
Todo comenzó con pequeñas cosas. Alguien escribió con tiza en nuestra verja: *«Devuélveme a mi marido»*. Lo borré sin decirle nada a Alejandro, pero el nudo en mi pecho no desapareció. Luego, en redes sociales, recibí mensajes anónimos: *«Estás en mi lugar»*, *«Él volverá conmigo»*. Los bloqueaba, pero el miedo seguía creciendo. Un día encontré una foto vieja de Alejandro y Marta bajo la puerta, sonriendo, abrazados. Cuando le pregunté a él, se encogió de hombros: *«Probablemente la echa de menos. No le des importancia»*. ¿Cómo no darme importancia si su sombra está en todas partes?
Lo peor ocurrió hace un mes. Estaba paseando con Adrián por la plaza y Marta se acercó. Sonreía, pero sus palabras eran veneno: *«¿Crees que es tuyo? Todavía me llama por las noches»*. Me quedé helada. Se marchó, y yo me quedé allí, paralizada. En casa, le planté cara a Alejandro. Juró que no hablaba con ella, que mentía para destruir nuestra familia. Quiero creerle, pero la duda me roe por dentro. ¿Y si dice la verdad? ¿Y si él todavía la quiere?
**La familia en peligro**
Mi vida se ha convertido en una paranoia. Reviso su móvil cuando duerme, observo su reacción cuando pasamos por el bar donde trabaja Marta. Me odio por hacerlo, pero no puedo parar. Adrián es mi luz, pero ni siquiera su risa logra ahogar el miedo de que nuestra familia se desmorone. Mi madre, al verme así, me dice: *«Lucía, huye de él. Un hombre con tanto equipaje sólo trae problemas»*. Pero yo quiero a Alejandro. Es un buen padre, un marido cariñoso, pero su pasado es como una bomba a punto de estallar.
Intenté hablar con Marta, le escribí, le pedí que nos dejara en paz. Respondió: *«No sabes con quién te metes. Él siempre será mío»*. Sus palabras son como un veneno que me va envenenando poco a poco. No sé si miente, pero su seguridad me aterra. ¿Por qué no puede soltarlo? ¿Por qué sigue acosándonos? Y lo peor, ¿por qué Alejandro actúa como si esto fuera normal?
**Mi guerra interna**
No sé si es normal. Quizá estoy exagerando. Tal vez su ex sólo es una resentida que acabará por rendirse. O quizá debo cavar más hondo para descubrir la verdad. Pero tengo miedo de encontrar algo que destroce mi familia. Y, al mismo tiempo, no soporto vivir con este miedo. Mis amigas me dicen: *«No le desmás vueltas, sólo te tiene envidia»*. Pero ¿cómo ignorarla si su sombra está en cada rincón de mi vida?
Alejandro, al verme así, intenta calmarme: *«Lucía, estoy contigo, te quiero»*. Pero sus palabras cada vez me convencen menos. Noto cómo esquiva las conversaciones sobre Marta, cómo cambia de tema cuando menciono su nombre. ¿Es indiferencia o está escondiendo algo? No quiero ser esa esposa que escarba en el pasado de su marido, pero tampoco una tonta a la que engañan.
**¿Qué hago?**
Esta historia es mi grito de auxilio. No sé cómo seguir viviendo así. ¿Dejar a Alejandro? ¿Enfrentarme a Marta? ¿Hablar con él otra vez, pero cómo obligarle a ser honesto? Quiero proteger a Adrián, a nuestra familia, a mí misma. Pero ¿cómo, si no distingo la verdad de la mentira? A los 29 años soñaba con una familia feliz, y ahora me siento como en una película de terror donde el enemigo es una sombra del pasado.
No sé si esto es normal. Pero sé una cosa: no puedo seguir viviendo con este miedo. Puede que mi siguiente paso sea un error, pero lo daré, porque necesito recuperar mi paz. Marta, Alejandro, mi corazón… alguien está mintiendo. Y encontraré la verdad, aunque me destroce.