¿Cómo es posible pasarme por alto?

¿Cómo es posible que no me mire? — se indignaba Lara, mirándose al espejo mientras retocaba sus labios carnosos. — Bueno, no importa, pronto será la fiesta de la empresa y allí seguro que le llamo la atención. Esta es la historia de cómo mi amiga Lara intentó conquistar a un compañero de trabajo… y lo que pasó al final.

**Lara y su seguridad**
Lara es mi amiga desde la universidad. Tiene 32 años, es vibrante, arreglada y siempre el centro de atención. Los hombres se giran a mirarla, y ella sabe muy bien cómo usar su carisma. En nuestra pequeña empresa de tecnología, Lara es toda una estrella del departamento de marketing. Va siempre impecable, y hasta el jefe más serio suelta una carcajada con sus chistes en las reuniones.

Pero hace poco llegó un nuevo empleado, Alejandro, y se convirtió en su gran misterio. Alto, guapo, educado… vamos, el candidato ideal para sus coqueteos. El problema: Alejandro, al parecer, ni se inmutaba ante sus intentos. Lara me contó que lo invitó a un café, pero él declinó con amabilidad, citando trabajo pendiente. Luego, se las arregló para coincidir en el ascensor, pero él solo sonrió y se fue.

**”¿Soy demasiado perfecta para él?”**
Después de otro intento fallido, Lara entró en mi oficina indignada: —Oye, ¿será que le gustan los hombres? ¿Cómo puede ignorarme así? — Se arregló el pelo frente al espejo y repasó el labial, como preparándose para otra batalla. Yo me reí: —Lara, quizá es tímido. ¿O tiene novia? —Pero ella no cedió: —No, Irene, aquí hay gato encerrado. Con los demás habla normal, ¡pero conmigo ni pestañea!

Decidió que la fiesta de la empresa sería su gran momento. Se compró un vestido rojo, fue a la peluquería y planeó cómo «casualmente» sentarse al lado de Alejandro. —Ahí no podrá resistirse —afirmó, convencida.

**La fiesta y el giro inesperado**
Llegó el gran día. Lara estaba espectacular: vestido escarlata, maquillaje perfecto, sonrisa deslumbrante. Todos la miraban… excepto Alejandro, que bailaba con otras compañeras, bromeaba con los chicos, pero ni se acercó a ella. Noté cómo se ponía nerviosa, aunque seguía sonriendo.

En un momento, vi a Alejandro salir a la terraza con nuestro compañero Javier. Hablaron largo rato, se reían, y luego… Alejandro le puso la mano en el hombro. Lara lo vio y palideció: —Irene, ¿lo has visto? ¿En serio es eso? —Yo me encogí de hombros: —Quizá solo son amigos. —Pero ella ya había sacado sus conclusiones.

**¿Qué pasó al final?**
Después de la fiesta, Lara se calmó, pero seguía desconcertada: —Tantas molestias, y al final, ni le interesan las mujeres. —Más tarde, supimos por otros compañeros que Alejandro, efectivamente, tenía pareja… masculina. Al principio, Lara se molestó por no «darse cuenta», pero luego se rió: —Bueno, al menos ya sé por qué no le gusté. ¡Menos mal que no es culpa mía!

Ahora Lara bromea diciendo que esto le enseñó a no confiarse tanto. Sigue coqueteando, pero ya sin tanta insistencia. Y con Alejandro, por cierto, se llevan bien. Es un buen chico, simplemente con gustos distintos.

¿Os ha pasado algo parecido? ¿Cómo lleváis los rechazos sin que os afecte? O, si tenéis algún consejo para que Lara encuentre pronto otra «víctima», ¡compartidlo!

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