Estaba seguro de que mi esposa nunca me dejaría. Pero lo que ocurrió puso mi mundo patas arriba.
Clara siempre había sido tranquila, serena y amable. Nunca discutía, nunca levantaba la voz, nunca pedía nada más de lo necesario. La esposa perfecta, o al menos eso creía. Estaba convencido de que también era un marido ejemplar: llevaba dinero a casa, me ocupaba de los niños. ¿Y mis pequeñas aventuras fuera del matrimonio? Eran normales, ¿no? Después de todo, ¡soy un hombre!
Dicen que todos los hombres son polígamos, y yo no era la excepción. Además, mi esposa no lo sabía, así que no había problema. Estaba seguro de que cubría bien mis huellas. Hasta hace poco…
Entré por casualidad en una cafetería antes de una reunión y entonces me cayó un rayo encima. Clara. Radiante, sonriente. Y junto a ella, un hombre. Se inclinó hacia ella y la sujetaba por la cintura. Ella no se apartó.
Dentro de mí estalló una tormenta. ¿Cómo podía hacerme esto?! Apenas pude contenerme para no lanzarme contra aquel atractivo hombre. Pero no, lo aclararía todo en casa.
Clara volvió media hora después. Feliz, radiante. Apenas podía contener mi ira.
“¿Dónde estabas?” pregunté entre dientes.
“Salí con mis amigas,” respondió con calma.
“¿Con tus amigas?!“ – no pude contener mi grito. “¡Te vi en la cafetería! ¿Quién es ese hombre?!”
Y entonces Clara hizo algo que nunca me habría esperado. Me miró directamente a los ojos y dijo en voz baja:
“¿Y tú pudiste engañarme durante años? ¿Por qué debería soportarlo? Yo también quiero ser feliz. Si no dejas tus aventuras, yo tampoco rechazaré a Alejandro. Es justo.”
Me sentí como si me hubieran golpeado con un martillo en la cabeza. ¿Quién era esta nueva Clara? ¿Dónde había quedado la mujer tranquila y obediente con la que había vivido tantos años?
Solo una pregunta rondaba mi mente: ¿qué debía hacer ahora? ¿Aguantarlo? ¿Divorciarme? ¿O tal vez, por primera vez en todos estos años, reflexionar sobre lo que me había convertido para ella?
Tomé mi decisión. ¿Y tú?