Casi toda la noche en vela: el golpe de su marido la despertó del ronquido.
Elena casi no durmió en toda la noche. A las dos de la madrugada, su marido le dio un fuerte codazo en el costado y le gritó: ¡Deja de roncar, estoy harto! Aunque ella solo roncaba cuando dormía boca arriba, antes él la giraba con cuidado hacia un lado. Ahora la empujaba o le daba patadas con mal humor, mientras él se quedaba dormido al instante. Elena, que tomaba pastillas para calmarse, no podía conciliar el sueño hasta el amanecer.
Llevaban veintisiete años casados. Hacía dos años celebraron sus bodas de plata, aunque no hubo celebración. De hecho, Carlos se olvidó de la fecha. En aquel tiempo, acababa de comprar un coche nuevo y estaba obsesionado con él. El viejo se lo dejó a su hijo.
La familia ahorraba para la vivienda del chico, que tenía novia. Pero padre e hijo decidieron que era mejor comprar un coche, pues subían de precio, y que el hijo y su chica podían seguir viviendo en su habitación. A Elena nadie le preguntó, aunque la mayor parte del dinero era suyo, ya que ganaba más que su marido.
Tras la compra del coche, empezó a ahorrar en su propia cuenta. Al principio, Carlos se ofendió. Elena le explicó que ya no confiaba en él, porque acabarían comprando un tercer vehículo: Guarda tu dinero en tu cuenta, ¿qué problema hay?
Sabes que mi sueldo no es alto, ¿qué puedo ahorrar? respondió él.
Elena tenía estudios superiores. Su amiga Lucía y ella vinieron juntas de un pueblo pequeño a Madrid para estudiar en la universidad. Ambas ingresaron sin problemas y se graduaron con éxito. Lucía trabajó solo un año como profesora y lo dejó. Hizo un curso de peluquería, aprendió con un maestro en Barcelona y abrió su propio salón.
Elena siguió en la enseñanza más tiempo. En su primer año de trabajo conoció a Carlos. Ella guiaba una excursión de estudiantes a un instituto técnico donde él era jefe de taller. Era joven, alto, carismático y con gran sentido del humor.
Nunca pensé que un trabajo tan simple pudiera explicarse de forma tan interesante le dijo él después de la visita. A Carlos también le cautivó la joven profesora, empezaron a salir y a los seis meses se casaron. La boda fue modesta, solo asistieron los padres de Elena.
Los recién casados se mudaron a casa de la madre de Carlos, que tenía un piso de tres habitaciones. Él era hijo único. Su padre había muerto joven. Más tarde, su suegra decidió que había cumplido su deber y se mudó a la Costa del Sol. Allí conoció a un viudo, quien le propuso matrimonio. Así que el piso quedó para la joven familia. A la suegra le iba bien y terminó regalándoselo a su hijo.
La madre de Elena le había inculcado desde pequeña que debía mantener la casa impecable, para que su marido ni siquiera notara su esfuerzo. A los hombres no les gusta que las mujeres hagan limpieza general los sábados, así que había que terminar todo antes de que él volviera.
Elena se levantaba a las cinco de la mañana, preparaba el desayuno y la cena. Almorzaba en la cafetería del trabajo. Volvía a casa antes que su marido y tenía tiempo de limpiar, lavar y planchar. Por las noches, preparaba clases y corregía cuadernos.
A los veinticuatro años, nació su hijo David. Se quedó en casa con el niño y sintió alivio, pues ya no tenía que ir a trabajar y podía hacer las tareas mientras el pequeño dormía. Era un bebé tranquilo, pero el dinero escaseaba. El sueldo de Carlos era bajo y las ayudas del Estado, insuficientes.
Un día, su amiga Lucía visitó con regalos para David. Elena le pidió un préstamo hasta el próximo sueldo.
Lucía accedió, pero le dijo: Oye, el niño ya tiene diez meses. Ven por las tardes al salón. Tengo una excelente especialista en manicura, Juana, aprende de ella y no te cobraré por el espacio. Tu marido puede cuidar al niño unas horas. Abre tu propio negocio. Con las uñas se gana bien. Pase lo que pase, las mujeres siempre cuidan sus manos.
Elena estudió con dedicación, se especializó en manicura y luego en pedicura. Alquiló un local cerca de casa. Le pidió prestado a su amiga para herramientas y materiales. Trabajaba todas las tardes, de cinco a diez. Carlos se quedaba con el niño. Pronto tuvo clientes, sobre todo mujeres que trabajaban de día y preferían ir por la noche. No volvió a la enseñanza.
La vida mejoró. Carlos siguió en su trabajo. Compraron un coche, reformaron el piso, fueron de vacaciones a la playa. Elena solo viajó tres veces con ellos. En verano tenía más clientes, sobre todo para pedicura. Carlos la valoraba más.
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