Casada, pero embarazada de un compañero de trabajo… ¿Qué hacer?

Casada, pero embarazada de un compañero… ¿Qué hago?

Me llamo Clara Navarro y vivo en Cuenca, donde los días transcurren lentos junto al río Júcar. Dudé mucho en escribir estas líneas, pero el dolor me ahoga… Necesito desahogarme, pues mi existencia se desmorona y no encuentro salida a este infierno.

Todo comenzó siendo madre de una niña de cinco años, Martina, y esposa de un hombre absorbido por su empleo. Mi marido, Adrián, vive por y para su trabajo. Mi madre recoge a la pequeña del colegio y la cuida las tardes, pues ambos llegamos tarde a casa. Trabajo en una empresa importante de Madrid, con buen sueldo, pero exige dedicación absoluta. Hace dos meses, viajé cuatro días a Valencia con un compañero, Diego. Pedí a mi madre que se quedara con Martina. Ella aceptó, y partí tranquila.

Viajamos en coche de la empresa. Tras jornadas intensas, al atardecer llegamos al hotel. En el ascensor, me invitó a cenar al restaurante. Acepté. La velada fue… inesperada. Charlamos de todo: él es divorciado, sin hijos, entregado a su carrera. Su voz, su forma de reír… Me sentí viva, algo que no experimentaba desde hacía años. Esa noche, tras separarnos en los pasillos, algo en mí comenzó a temblar.

Al día siguiente, trabajo. Por la tarde, otra cena. Terminamos pronto y Diego propuso celebrarlo con una botella de Rioja. Accedí. Comimos, bebimos, reímos… Intuía hacia dónde derivaba todo. Intenté retirarme a mi habitación, pero me acompañó. En el ascensor, sus labios encontraron los míos. La pasión nos arrastró hasta su cuarto. Esa noche fue un torbellino de locura. La segunda… aún más intensa.

De vuelta en Cuenca, intenté olvidar. Me sumergí en el trabajo, evitéo. Hasta que, semanas después, el golpe: estoy embarazada. El mundo se detuvo. Sabía que era suyo. Adrián y yo llevábamos meses sin intimidad. Quería hablar de divorcio —nuestro matrimonio naufragaba—, pero posponía el momento. Ahora, este bebé es la prueba de mi traición. ¿Podría confiar en Diego? ¿Y si me abandona al saberlo?

Vago por la casa como un fantasma. Observo a Martina y a Adrián, mientras la culpa me devora. ¿Decírselo a mi marido? Estallaría, me echaría… Quedaría sola con dos criaturas. ¿Hablar con Diego? Temo su risa o su huida. Planeo confesárselo pronto, pero cada hora es una agonía.

Mi madre me mira con inquietud. ¿Cómo admitir que su hija ejemplar se hundió en esta vergüenza? Adrián llega tarde, murmura un «hola» cansado sin notar mi temblor. Diego cruza mi camino en la oficina: su mirada es cálida, pero distante. ¿Qué hago? ¿Quedarme con el bebé y dejar a mi esposo? ¿Ocultar la verdad hasta que estalle? Soñé con otro hijo… jamás así.

Estoy al borde del abismo. Cada decisión me condena. Este niño es mi culpa y, quizás, mi redención. Pero temo que lo arrase todo. Necesito ayuda… ¡Por favor! Mi vida se despeña y no sé cómo salvarnos. ¿Es demasiado tarde?

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