¡Cambiemos los pisos! exclamó el vecino, como si ya hubiéramos llegado a un acuerdo.
Mi hija Almudena y yo vivimos en un piso bastante bonito que heredé de mi madre. Es un piso de tres habitaciones, cada una aislada, sin paso interior.
El vestíbulo es amplio, el aseo y el baño son independientes, la cocina es pequeña pero con un balcón enorme. Cada uno ocupa su propia habitación y además disponemos de un salón bastante espacioso. Estamos muy contentos y no tenemos planes de mudarnos en el futuro cercano.
Y entonces sucedió esto: un día, mientras caminaba por la calle, se me acercó el vecino del edificio de enfrente y, como si ya nos conociera de toda la vida, empezó a decirme:
¿Sabe? Usted vive con su hija, ¿no? ¿Por qué no se muda a mi piso y yo al suyo? Yo tengo dos habitaciones, ¡basta para usted! ¿Para qué necesita un piso de tres habitaciones? Piénselo. Dos habitaciones son suficientes para dos personas. Y no se preocupe de que nuestro piso sea pequeño, ¡hay mucho espacio! Llevamos tiempo buscando un piso más grande, pero los anuncios no son muy buenos. El suyo es justo lo que necesitamos. Además, no se preocupe, pagaremos un poco más.
Escuché al vecino con una atención extrema, casi como si fuera a firmar un contrato. Lo interrumpí justo cuando empezaba a hablar de que nos llevaríamos bien. Incluso me pregunté si ya había decidido todo por mí y por Almudena y si sólo tendría que mudarme a su diminuta vivienda. ¡Qué maravilla!
Creo que está de broma le respondí. Y si lo dice en serio, ¿de dónde saca la idea de que queremos mudarnos a un piso más chico? ¿Qué le hace pensar que me voy a desprender de mi amplio piso para entrar en una caja de lata? Si algún día quisiera cambiar mi piso de tres habitaciones, no sería por uno así. ¿Y eso de suficiente para dos? No tengo ninguna intención de intercambiar.
El vecino comenzó a murmurar algo como: Solo queremos lo mejor para que todos estén contentos. Vosotros en el nuestro y nosotros en el vuestro. No sabéis lo que es bueno para vosotros.
Seguimos viviendo en nuestro piso. El vecino y su familia dejaron de saludarnos. Al parecer, mi negativa los ofendió bastante.







