Antes del divorcio cuidaba sola a su hijo, pero luego encontró una niñera: la madre de su marido.

Antes del divorcio, Lidia cuidaba sola a su hijo, pero después encontró una niñera: la madre de su exmarido.
Al principio, Lidia se las arreglaba sin ayuda, pero la carga se volvió demasiado pesada. Buscó a alguien de confianza y, al final, recurrió a su suegra. Le preguntó si conocía a alguien que pudiera ayudarla, pero la mujer, sin dudarlo, se ofreció ella misma claro, no gratis. El sueldo de Lidia no era alto, cada euro contaba.
En el trabajo tengo a una compañera que lo está pasando mal. No se cuida, ni siquiera se permite una visita al esteticista. A veces me pregunto en qué se le va el dinero. Vive con sus padres, no tiene hipoteca como los demás, y la que cuida a su hijo es su antigua suegra. Encima, recibe una pensión de alimentos.
Y aún así, Lidia debe pagar a sus padres por la habitación donde vive y, además, a su suegra por cuidar al niño. ¿Cómo puede ser?
A los pocos meses de que Lidia empezara a trabajar aquí, nos hicimos cercanas. Pronto descubrimos que compartíamos mucho: aficiones, incluso hijos de la misma edad.
Desde el primer día, me contó que se había separado y que había vuelto a casa de sus padres. Ellos son gente acomodada, ambos con buenos trabajos, mayores de cincuenta años. Tienen una casa en las afueras de Madrid y viajan al extranjero en cada vacación. Cuando su hija regresó, le cedieron un cuarto para que viviera.
Pensé que sería gratis, pero no. Desde el principio, le cobraron. Aunque Lidia agradece no estar en un piso compartido con extraños, es mejor para su hijo.
Le asignaron un estante en la nevera, separado. No usa las cosas de sus padres, solo a veces coge algo de fruta para el niño.
No lo entiendo. Sobre todo porque, cuando dejó a su marido, Lidia no tenía nada. Los primeros meses, hasta le debía dinero a sus padres.
Antes del divorcio, ella sola se ocupaba del pequeño, pero luego necesitó ayuda. Buscó y encontró a su suegra. Al principio, preguntó si conocía a alguien, pero la mujer se ofreció por un precio. A Lidia le pareció bien: su suegra conocía al niño, sabía qué le gustaba, qué no, qué podía permitirle y qué no. Era responsable. Así que llegaron a un acuerdo, y ahora, cuando hace falta, la abuela se ocupa de él.
Todo parecería bien, pero Lidia no llega a fin de mes. Sobrevive, pero el lujo es impensable.
No puedo creer que unos padres puedan tratar así a su propia hija

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MagistrUm
Antes del divorcio cuidaba sola a su hijo, pero luego encontró una niñera: la madre de su marido.