¿Alguna vez has visto a alguien de tu edad y pensado: “¡No puede ser! Yo no parezco tan mayor… ¿verdad?” 😅 Déjame contarte lo que le pasó a una amiga mía:
Me llamo Rosario. Estaba esperando el autobús en la parada y, cuando por fin subí, vi el carné del conductor. Ahí estaba su nombre completo, y me sonó de algo.
De repente recordé a un chico alto, guapo, de pelo negro del que estuve loca en el instituto… hace unos 35 años. Por un instante, me pregunté: “¿Será él? ¿Ese chico que me volvía loca?”
Pero cuando lo miré bien, descarté la idea. Estaba calvo, canoso, con arrugas y una pequeña tripa. ¡Parecía mucho más mayor! Aun así, no pude resistirme y le pregunté:
—Perdone, ¿usted fue al Instituto Cervantes?
—¡Sí, claro! —respondió él con una sonrisa.
—¿Y en qué año se graduó?
—En 1987… ¿Por qué lo pregunta?
Entonces solté sin pensar:
—¡Pues fuimos compañeros!
Él me miró fijamente unos segundos… Y entonces… ESE HOMBRE… CALVO, CANOSO, ARRUGADO, CON UN POCO DE BARRIGA, OJOS CANSADOS Y ANDAR LENTO… ME MIRÓ Y PREGUNTÓ:
—Y usted, señora… ¿qué asignatura nos dio?
😑
Desde ese día, no juzgo a nadie por su apariencia. Pero admitiré que… ¡al día siguiente me esmeré un poco más en mi look al salir de casa! 😉
Vamos, ¿no es para partirse un poco el alma? 😆