¡Al final, mi madre me dio la razón!

Mira, te cuento algo que me ocurrió y, por suerte, mi madre sí me creyó.

Fue en Semana Santa del año pasado, una noche como esta, sobre las ocho, justo el Jueves Santo. Iba andando por una calle donde solo había una farola encendida, el resto estaba a oscuras total. De repente, al fondo, vi una sombra enorme. No era una persona, eso seguro. No caminaba, sino que parecía deslizarse… sin hacer ruido, sin cambiar su figura.

Cuanto más me acercaba, más la notaba cerca. Hasta que, en un parpadeo, desapareció. Así, sin más. Me quedé clavado en el sitio, sin saber qué había sido aquello. Y para colmo, a solo una manzana de allí hay un cementerio.

Desde ese día, cuando paso por esa calle, ni me atrevo a mirar hacia el final. No vaya a ser que vuelva a aparecer…

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MagistrUm
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