Al despertar en mitad de la noche, Lara sintió un vacío a su lado. Confundida, extendió la mano, esperando encontrar el calor familiar de su esposo, Esteban.

Despertando en mitad de la noche, Lucía notó un vacío a su lado. Confundida, extendió la mano, esperando sentir el calor familiar de su marido, Javier.

Pero el sueño no volvía, y él no parecía tener intención de regresar a la cama después de quince minutos. El corazón de Lucía latió con ansiedad y se incorporó, escudriñando la oscuridad de la habitación. ¿Y si le había pasado algo? ¿O acaso se encontraba mal?

Intentó tranquilizarse pensando que quizá Javier simplemente se había desvelado y estaba ocupado con algún asunto de trabajo. Pero la inquietud no la abandonaba.

Decidida a no preocuparse en vano, Lucía se levantó con cuidado y, abriendo la puerta del dormitorio en silencio, se dirigió de puntillas hacia la cocina. Al acercarse, se detuvo en seco, a solo unos pasos.

Oyó la voz de su marido. Estaba hablando por teléfono. El altavoz estaba tan alto que pudo distinguir las palabras de su interlocutora.

Sí, cariño, ya he reservado los billetes a Turquía dijo Javier, con un tono lleno de emoción. Pasaremos un tiempo increíble juntos. Nadie lo sabrá nunca.

Lucía sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Su mundo se derrumbó en un instante. Cada palabra, cada frase, le dolía como un cuchillo afilado.

¿Tanto tiempo juntos, tantos planes, alegrías y penas compartidas? ¿Cómo había podido hacerle esto?

Lucía regresó al dormitorio. Tumbada en la oscuridad, notó cómo las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Su corazón se partía de dolor, mientras una mezcla de rabia, decepción y amargura rugía en su interior.

Finalmente, decidida, se levantó, se acercó al armario y comenzó a meter las cosas de Javier en una maleta.

Cuando él entró en la habitación, la vio con la maleta y preguntó, sorprendido:
¿Qué está pasando?

Lucía lo miró con ojos llenos de determinación y desilusión.
He hecho la maleta por ti dijo con calma. Para que la lleves a Turquía.

¿De qué hablas? sonrió nervioso.

No finjas, Javier. Escuché tu llamada en la cocina.

Javier se puso tenso, y sus manos comenzaron a temblar. Intentó decir algo, pero Lucía lo interrumpió.
El resto de tus cosas las recogerás tú. Ahora coge la maleta y vete a un hotel o donde te plazca. Y después de tus “vacaciones”, no quiero verte aquí nunca más.

Esa noche, la vida de Lucía cambió para siempre.

Cuando Javier se marchó, se tumbó de nuevo en la cama, aunque sabía que no podría dormir. Pero una idea no la abandonaba: ahora todo sería diferente. No más ilusiones rotas, no más dolor por la traición. Por fin era libre.

¿Y tú qué opinas? ¿Hizo bien Lucía? ¿O debería haberse callado? ¡Déjanos tus comentarios!

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Al despertar en mitad de la noche, Lara sintió un vacío a su lado. Confundida, extendió la mano, esperando encontrar el calor familiar de su esposo, Esteban.