Adoptamos a un niño de tres años, pero mi esposo entró en pánico durante su primer baño y exclamó: ‘¡Debemos devolverlo!’

El destino les había llevado a acoger a un niño de tres años, pero durante su primer baño, su marido entró en pánico y exclamó: “¡Tenemos que devolverlo!”

El deseo de ser padres inundaba cada rincón del corazón de Clara y Javier, empujándoles a hacer lo imposible por conseguirlo. Tras años de intentos fallidos, tratamientos de fertilidad y costosas sesiones de IVF, aceptaron que no podrían tener un hijo biológico. La adopción parecía la solución, pero no fue tan sencillo.

Como Javier estaba absorbido por su negocio, Clara asumió toda la carga: agencias, papeleo, listas de espera. Entre tantos nombres, hubo uno que la conmovió profundamente.

Al principio buscaban un bebé, pero las opciones eran escasas, así que abrieron su corazón a un niño mayor. El pequeño que eligió Clara tenía unos ojos azules como el cielo, tan intensos que, al ver su foto, sintió que ya lo conocía de siempre. Tras hablar con Javier, llevaron a Lucas a casa.

Era un niño adorable, que se adaptó rápido. En cuestión de semanas, ya la llamaba “mamá”. Todo parecía perfecto. Clara, por fin, veía cumplido su mayor sueño. La vida sonreía.

Hasta que una noche, todo se desmoronó.

Javier quiso bañar a Lucas, algo que a Clara le alegró, pensando que fortalecería su vínculo. Pero al desvestirlo y meterlo en la bañera, gritó de repente: “¡No podemos quedárnoslo!”

Clara se quedó helada. “¿Qué dices? ¡No se devuelve a un hijo!”

Pero Javier estaba decidido. Dijo que no podía manejar esa responsabilidad, que todo le abrumaba. Clara no lo entendía. Algo ocultaba.

Esa noche no durmió. Recordó entonces que Lucas tenía una marca de nacimiento en el pie, igual que Javier. Al revisarla, notó que eran casi idénticas.

A la mañana siguiente, enfrentó a su marido: “¿Qué me estás ocultando?”

Javier confesó. Temía que Lucas fuera su hijo biológico, fruto de una noche con una mujer en un bar. Un error, un arrebato, pero una traición. Cuando vio la marca, supo la verdad.

Clara no pudo perdonar. No solo la engañó en su momento más vulnerable, sino que estuvo dispuesto a abandonar a su propio hijo para ocultarlo.

Javier no desapareció por completo, pero su relación con Lucas se limitó a visitas esporádicas y regalos por correo. Clara supo que había tomado la decisión correcta. Porque un padre que renuncia a su hijo por miedo a la verdad… no merece serlo.

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MagistrUm
Adoptamos a un niño de tres años, pero mi esposo entró en pánico durante su primer baño y exclamó: ‘¡Debemos devolverlo!’