**Abuela a tiempo completo: Cuando el amor por los nietos se convierte en una carga**
Siempre soñé que la jubilación sería, por fin, mi momento: para leer, tejer, pasear por el parque y disfrutar de aquellas cosas a las que nunca tuve tiempo de dedicarme. Pero esos sueños se esfumaron al sonar el timbre.
Era un domingo, justo antes de las vacaciones de otoño. En la puerta estaba mi hija Lucía con sus dos hijos: Pablo, de 12 años, y Javier, de 4. Sin avisar, sin explicaciones.
Mamá, cuida a los niños. Nos vamos con Alejandro a un balneario. ¡Estamos agotados! dijo mientras ayudaba a los niños a quitarse los abrigos.
Pero ¿no teníais vacaciones ahora? ¿Y el trabajo? pregunté, desconcertada.
Alejandro ha cogido tres días libres. ¡Mamá, no tenemos tiempo! Y ya se habían ido.
Minutos después, la televisión gritaba y la ropa estaba esparcida por todas partes. Intenté poner algo de orden, pero fue inútil. Se negaron a comer la sopa que había preparado porque su madre les había prometido pizza. Llamé a Lucía para decirle que los niños exigían comida de restaurante.
Les pediré una pizza. Total, nunca comen tus pucheros. ¡Llévalos a algún lado, que se diviertan! Tú misma dices que en casa te agotan contestó, molesta.
¿Y con qué dinero? ¿Con mi pensión? repliqué, indignada.
¡Son tus nietos, no unos extraños! No puedo creer que digas eso y colgó.
Durante toda una semana, cociné, limpié, supliqué y aguanté. Quiero a mis nietos, de verdad. Pero ya no puedo ser la «abuela gratis». La diferencia de edad y la falta de respeto de mis hijos hacen esto insoportable.
Lo di todo para que mi hija creciera feliz. Y ahora solo recibo reproches. ¿Acaso nosotros, los mayores, no tenemos derecho a un poco de tranquilidad? ¿Por qué todo el mundo cree que nuestra vida ya no vale nada?
Pues bien, no me callaré más.







