¿A dónde vais? ¡Hemos venido a visitaros!

**Diario de un hombre**

¿Adónde vais? ¡Hemos venido a visitaros! exclamó Françoise al abrir la puerta.

¡No soporto a tu hermana! bufó Lucía, frunciendo el ceño. ¡Me saca de quicio!

No eres la única respondió Javier, apoyando a su esposa.

Se mete en todo y se cree más lista que nadie. Deberías ver su cara de triunfo cuando logra dejarme en ridículo murmuró Lucía entre dientes. Un día mi educación es mala, al siguiente mi maquillaje está pasado de moda…

Siempre ha sido así se encogió de hombros Javier. Culpa de mamá, que la consintió demasiado.

Menos mal que vivimos a cien kilómetros de tu familia dijo Lucía, mirando al cielo.

La suegra, Carmen, y la cuñada, Adriana, vivían en Madrid, mientras que Javier y Lucía residían en un pueblecito cercano.

Ambas mujeres eran viudas y compartían un piso, así que cada vez que Javier y Lucía iban a ver a su madre, también se topaban con Adriana.

La hermana de Javier no soportaba a su cuñada, y las discusiones eran inevitables.

Al principio, Lucía aguantaba en silencio, pero al ver que Carmen también empezaba a criticarla, decidió contestar.

Cada visita terminaba en escándalo, así que la pareja dejó de ir.

Carmen no tardó en notarlo y llamó a su hijo para exigir explicaciones.

¿Por qué no venís? Dos semanas sin verte. ¿No crees que tu madre y tu hermana os echan de menos? regañó.

Tenemos mucho trabajo, no hay tiempo respondió Javier, evasivo.

¿Qué tenéis tan importante? preguntó Carmen, desconfiada. ¿Te lo prohíbe tu mujer? La última vez se fue con cara de haber mascado limones.

Ya te dije, asuntos pendientes cortó Javier, colgando rápido.

Una hora después, Carmen llamó de nuevo.

Adriana y yo vamos a pasar por el pueblo.

¿Por qué? se extrañó Javier.

Visitar a una vieja amiga y de paso veros, ya que no os da la gana venir dijo con firmeza.

Javier palideció. No había evitado las visitas para que ellas aparecieran en su casa.

No creo que estemos mintió, esperando disuadirlas.

¿Adónde vais? replicó Carmen, irritada. Me parece que simplemente no queréis vernos. Si es así, decidlo claro.

Vamos a un cumpleaños improvisó Javier.

Pues id, aunque vuestra madre y hermana no vengan todos los días dijo, amargada, antes de colgar.

Javier se sintió culpable, pero al recordar cómo trataban a Lucía, dejó de preocuparse.

No le contó a su esposa lo de la visita para no alterarla.

Tres horas después, la campanilla sonó. Lucía abrió la puerta y se quedó helada al ver a Carmen y Adriana.

Javier, recordando de pronto, corrió al recibidor.

Lucía, ¿no estás lista? fingió no verlas. ¿Te olvidaste del cumple?

¿Qué cumple? preguntó Lucía, confundida.

Javier le gu

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