Pues mira, te cuento lo que me pasó y todavía me cuesta creerlo. Todo empezó una noche en Madrid; estaba esperando el autobús y justo allí me encontré con Sergio, mi marido. Imagínate, se me cayeron las llaves mientras buscaba la cartera y, al ser tan tarde y oscuro, no las encontraba ni a tiros. Sergio, que siempre ha sido muy apañado, me echó una mano y al final las encontramos juntos. Le di las gracias y resulta que teníamos que coger el mismo bus, así que fuimos charlando.
A partir de ahí, Sergio comenzó a acompañarme a casa de vez en cuando y poco a poco empezamos a quedar. La conexión fue inmediata y, al medio año, ya nos habíamos casado. Cristian, como se suele decir, caí rendido a sus pies al instante. Los tres primeros años fueron estupendos, nos iba genial. Hasta que de repente Sergio cambió de trabajo, y fue ahí cuando empecé a notar cosas raras. Pero, ya sabes cómo soy, preferí hacerme la loca, pensando que igual eran paranoias mías.
Hasta que un día me suelta que se tiene que ir dos semanas a Valencia por trabajo. Ese día, mientras él estaba en la ducha, me dio por ponerle una lavadora a sus pantalones y, rebuscando en los bolsillos, mira tú por dónde me encuentro dos billetes para un crucero por el Mediterráneo. Y en uno de ellos estaba el nombre de una tal Lucía, que no me sonaba de nada. Ahí se me vino el mundo abajo. Qué fuerte, Sergio me la había jugado y había destrozado por completo mi confianza.
Te juro que sentí una rabia tremenda, porque yo le quería con locura, nunca pensé que haría algo así. Pero no le dije nada. En vez de eso, llamé a mi amigo de toda la vida, Álvaro, con quien siempre había tenido una relación muy sana y cercana. Le conté todo y él, sin dudarlo, me apoyó. ¿Sabes qué hice? Nos plantamos juntos en el mismo sitio a donde Sergio había ido con su amante, Lucía. Mi idea era que Sergio nos viera juntos y pareciera que yo también había rehecho mi vida.
Justo como imaginaba, Sergio apareció y en cuanto nos vio juntos, se puso como una moto diciendo que cómo podía hacerle eso, que le estaba engañando. Y yo, tan tranquila, le solté: ¿De verdad pensabas que solo tú podías engañar y yo no? Ves qué rápido he encontrado a alguien que te sustituya.
Lo mejor del caso fue la reacción de Lucía, que estaba cerca y escuchó todo. Se quedó en shock porque ni siquiera sabía que Sergio estaba casado conmigo. Resulta que le estaba engañando a ella también. Al poco tiempo me divorcié de Sergio; no me vi capaz de perdonar algo así, una puñalada por la espalda.
¿Y sabes qué pasó después? Seis meses más tarde me casé con Álvaro y no te puedes ni imaginar lo feliz que soy ahora. En cuanto a Lucía y Sergio, también acabaron cortando. Ella jamás pudo perdonarle que le mintiera y le ocultara que ya estaba casado conmigo. Así fue todo, como una auténtica telenovela española.







