Diario de Lucía 12 de noviembre
Estoy convencida de que no tenemos que hacernos cargo de la familia de mi cuñado ni alquilarles un piso. Quiero dejar claro desde el principio que el piso de tres habitaciones en el que vivimos es de mi propiedad, lo compré yo misma antes de casarme cuando estaba en muy mal estado. No os imagináis cómo estaba: ¡la puerta de entrada ni siquiera estaba bien anclada al marco! Lo único bueno fue el precio, y poco a poco lo fui reformando. Pero no es de eso de lo que quiero hablar.
Cuando conocí a mi marido, ya había reformado dos habitaciones y hasta había comprado algunos muebles. En aquel entonces, el piso ya resultaba bastante acogedor.
Mi marido, Fernando, es un hombre apuesto y alto, que vivía de alquiler por su cuenta. Al cabo de unos meses de empezar nuestra relación decidió mudarse conmigo. Después nos casamos, y una de las habitaciones la preparamos como dormitorio infantil. Tuvimos primero un niño y luego una niña.
Todo era tranquilo y feliz hasta que una noche fría de otoño, la calma familiar se desmoronó por la inesperada llegada de mi suegra, doña Rosario, con maletas y los ojos llenos de lágrimas:
¿Puedo quedarme aquí una temporada? Mi hijo ha metido a una chica en mi piso. Ojalá se lleven bien y puedan formar una familia, quizás hasta se casen y vivan juntos mucho tiempo… No estaré aquí mucho, te ayudaré con los niños, puedo recogerlos del cole y del parque y preparar la comida. ¡No tengo a nadie más que a vosotros!
Ella lloraba tanto que la dejamos entrar. Le dimos la habitación más amplia. Doña Rosario llevaba ya años jubilada y, como prometió, se encargó de los niños. No frecuentaba su piso porque el hijo menor, mi cuñado David, estaba ya viviendo con su nueva pareja. Vivía allí, en el piso de una habitación de mi suegra, junto a una mujer joven y dos peques: uno de los críos era de ambos y el otro lo tenía ella de una relación anterior.
Hace años, David se casó recién terminada la secundaria con una muchacha, y mis suegros vendieron entonces su casa; con lo obtenido, compraron un estudio para sí mismos y un piso de dos habitaciones para el hijo. Después, el suegro enfermó y falleció.
Mi cuñado y su ex mujer tuvieron dos hijos, pero acabaron divorciándose. Él dejó su piso a su familia. Ahora, su ex esposa vive allí con su nuevo marido y tres niños.
Tras el divorcio, David volvió a vivir con su madre. Le dijo:
Mamá, me quedo contigo una temporada. Ahora estoy solo y tengo muchas ideas, ya veremos… Encontraré algo. Pero, claro, nada fue como él pensaba, porque al poco tiempo trajo a su nueva pareja a casa de la madre.
Los fines de semana, mi suegra traía a nuestro piso a los niños de David, tanto los de su primer matrimonio como los del segundo. Aquello parecía un colegio.
Al cumplirse un año de esta situación, le dijimos a doña Rosario que tenía que buscar una solución a su problema de vivienda. Se echó a llorar y montó una escena.
No me quedó más remedio que hablar con mi cuñado para explicarle que ya era hora de que dejara el piso de su madre. Pero él se negó en rotundo, diciendo que tiene hijos y que su sueldo es bajo, que no puede permitirse pagar un alquiler. ¿Y yo qué hago ante esto?
Últimamente, la relación con la madre de Fernando se ha vuelto insostenible. Ni siquiera me apetece volver a casa después del trabajo. Así que decidí hablar con mi marido y plantearle muy en serio que resolviese el asunto de la vivienda de su madre, porque si no, pediría el divorcio.
Mis palabras le dejaron boquiabierto. No sabía dónde colocar a su madre, no quería dejarla en la calle.
Le dije a Fernando que la mejor opción era que doña Rosario alquilase un estudio; además, podíamos ayudarle económicamente, tenemos margen suficiente para eso. Pero ella se negó categóricamente a vivir sola en un piso alquilado y exigió que alquilásemos un piso de dos habitaciones para David y su familia, y que ella volvería a su casa.
Aquello me pareció de un descaro tremendo. Le dejé claro a mi suegra que, si no resolvía su situación en una semana, pondría todas sus cosas en la puerta. ¿Qué otra opción tenía?
No creo que debamos mantener a la familia de mi cuñado ni mucho menos buscarles casa.







