La tía de mi esposo le dejó en herencia un piso. Es pequeño, está en pleno centro de Madrid. Nosotros tenemos tres hijos: nuestra hija mayor, Jimena, tiene diecinueve años y estudia en la universidad; el mediano, Lucas, tiene doce años; y el pequeño, Mateo, acaba de cumplir cinco. Vivimos en un piso amplio, con tres dormitorios, donde cada uno tiene suficiente espacio.
La tensión estalló hace unos días entre mi marido, Sergio, y yo por el piso que recibió de su tía. Le propuse que fuera Jimena quien se mudara allí, ya que es una señorita hecha y derecha y pronto podría formar su propia familia. Pero Sergio insiste en que sería completamente injusto para los chicos, y sugiere que lo vendamos y repartamos el dinero por igual entre los tres hijos. Yo, sinceramente, pienso que esa solución no tiene sentido: con lo que sacarían, apenas podrían comprar algo con el dinero, ni un pisito ni un coche decente.
Incluso si aceptáramos lo que él propone, los euros se quedarían en sus cuentas hasta que los chicos cumplieran la mayoría de edad. Jimena, la mayor, solo podría aspirar a un vehículo de segunda mano con esa cantidad. Lo veo claro: más vale pájaro en mano que ciento volando. Al menos, podríamos darle un piso a uno de nuestros hijos y, cuando los chicos sean mayores, ya veríamos cómo resolvemos el tema de su vivienda.
Sergio sostiene que, si regalamos el piso a Jimena, esta decisión destruiría la relación con sus hermanos y jamás habría paz entre ellos. Yo, en cambio, pienso que aún son demasiado pequeños para comprender las consecuencias de todo esto; tenemos tiempo de pensar en el futuro de los tres y de buscar la mejor solución.
Todavía no le hemos contado nada a Jimena; decidimos que primero debíamos sopesar bien nuestras opciones. El piso, además, necesita una reforma completa y, en el estado actual, es inhabitable; ahora mismo no tenemos suficiente dinero para arreglarlo.
Y aquí sigo, mirando la vida desde la ventana del salón y preguntándome: ¿quién tiene razón, Sergio o yo? ¿Debería seguir defendiendo mi postura, o es más razonable inclinarme por el punto de vista de mi marido? ¿Quizá alguno de quienes nos rodean verá una salida que ninguno de los dos hemos contemplado?







