Su amiga olvidó colgar tras la llamada y Zosia descubrió mucho sobre su propia familia

La amiga de Leonor olvidó colgar el teléfono tras una conversación y así Leonor llegó a saber mucho sobre su propia familia

Recuerdo aquel suceso como si hubiera sido ayer y, sinceramente, marcó un antes y un después tanto en la manera en la que yo, como mi esposo, nos relacionábamos con la gente. Empezamos a pasar menos tiempo con los amigos y a compartir mucho menos sobre nuestras vidas personales. No es que perdiéramos la confianza o llegáramos a romper la amistad, seguimos teniéndolos cerca, pero después del desagradable incidente que le ocurrió a mi amiga y a su marido, dejamos de dejar entrar a cualquiera en la intimidad de nuestra familia.

Todo comenzó con una pareja muy cercana a ellos. Su amistad venía de muchos años atrás. Los maridos trabajaban juntos en un banco del centro de Madrid, y las mujeres habían estudiado Derecho en la Universidad Complutense. Después, la amiga de Leonor se casó y al año tuvieron un hijo. Leonor la presentó a un buen amigo de su marido y, como era de esperar, empezaron también una relación.

Sin embargo, con el tiempo, el marido de la amiga de Leonor dejó el banco y encontró un empleo mejor remunerado en una empresa tecnológica, mientras que su mujer halló trabajo como contable en una notaría, también bien pagado. Las parejas empezaron a verse con menos frecuencia. Además, la esposa de aquel matrimonio caía en continuas bajas médicas, pues con el tiempo tuvo varios hijos, y a los jefes terminó por no gustarles esta situación, así que la despidieron bajo un pretexto cualquiera.

El marido tuvo que redoblar esfuerzos trabajando en el puerto de Valencia para asegurarles una vida digna a sus cuatro hijos y su esposa. Sin embargo, no les fue nada mal. Pudieron comprar una bonita casa en las afueras de Toledo y llevaban en orden el hogar. Con el tiempo, sus ingresos se estabilizaron y, aunque nunca llegaron a ser ricos, tampoco les faltó de nada.

Por otro lado, la segunda pareja no tuvo hijos, prefiriendo volcarse en sus carreras. Viajaban a menudo, disfrutaban de sus vacaciones por la costa del Sol y vivían a su propio ritmo.

Un día decidieron invitar a sus amigos a la casa de campo en la Sierra de Guadarrama. Pensaron que sería la ocasión perfecta para escapar del bullicio de la ciudad, hacer barbacoas, bañarse en el río y pasear por los pinares. El clima acompañaba. La esposa llamó a su amiga Leonor para comentarle la idea. Ella se mostró entusiasmada, pero confirmó que consultaría con su marido antes y llamaría para concretar. Entonces, sin darse cuenta, la amiga dejó el móvil sobre la mesa sin colgar la llamada. Así, Leonor escuchó una conversación que la dejó helada, pues descubrió cosas sorprendentes sobre lo que realmente pensaban de ella y su familia.

Resultó que esos buenos amigos los consideraban unos ingenuos que no sabían nada de la vida. Opinaban que, con cuatro hijos, se las veían y se las deseaban para llegar a fin de mes y que su casa era un desastre al que les daría vergüenza invitar a nadie. Decían que sus hijos estaban malcriados y no entendían por qué habían tenido tantos: la mitad bien podían dejarlos en un hospicio. Y criticaban a Leonor diciendo que era una aburrida, siempre hablando de su prole.

Según ellos, su marido era un patán maleducado, con quien no se podía mantener una conversación decente. La llamada se cortó de pronto. Quedaron los dos sentado en silencio, atónitos, incluso tentados de presentarse en casa de quienes creían sus amigos para echarles en cara todo lo escuchado. Pero justo entonces sonó el teléfono: era el marido de la amiga, diciendo que vendrían ese fin de semana, y el esposo de Leonor, en shock, aceptó la visita y colgó.

Ambos conversaron largamente sobre lo ocurrido y decidieron no mencionar nada, esperando a ver cómo se desarrollaba la visita. Llegaron los amigos con unos dulces baratos y unas conservas para la mesa. El marido enseguida soltó:

¿Tenéis tan poco sueldo que ni siquiera podéis traer cosas decentes? Bueno, no pasa nada, tenemos la mesa bien puesta. Comed ahora y luego nos echáis una mano, que hay mucho que hacer.

Leonor y su marido estaban perplejos, sin entender el cambio de actitud, hasta que la esposa añadió:

¿Y cómo es que todavía no habéis tenido hijos?

Por ahora no nos apetece, tiempo habrá contestó la amiga.

Ya sabía yo lo que pasa. Sólo los ordinarios tienen hijos, la gente inteligente sabe que es mejor vivir para uno mismo replicó la mujer.

Aquellas palabras los dejaron mudos. Estaba claro que sabían todo, pero ni sospechaban cómo. Sus supuestos amigos pronto inventaron una excusa para marcharse apresuradamente.

¿Qué pensáis de esta historia? ¿Creéis que Leonor y su marido actuaron correctamente? ¿Deberían haberse portado de forma más amable con los invitados o, al contrario, haber sido más tajantes? ¿Vosotros qué habríais hecho?

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