¡Valerie renunció a su entrevista de trabajo para ayudar a un anciano que se caía en una concurrida calle de Madrid! Pero cuando entró en la oficina, casi se desmaya por lo que descubrió…

¡Lucía perdió su entrevista de trabajo por salvar a un anciano que se desplomaba en una transitada calle de Madrid! Pero cuando entró en la oficina, casi se desmaya al ver lo que pasó después

Lucía abrió su monedero y contó los pocos billetes arrugados que quedaban dentro, soltando un suspiro profundo. El dinero se le escapaba de las manos y encontrar un buen trabajo en Madrid era más difícil de lo que nunca había imaginado. Hizo un repaso mental de los alimentos básicos que quedaban, intentando calmar el corazón que le latía a mil por hora. En el congelador, tenía un paquete de muslos de pollo y unas hamburguesas congeladas. La despensa guardaba arroz, pasta y una caja de bolsitas de té. Por ahora, podría apañárselas con solo un litro de leche y una barra de pan de la tienda de la esquina.

Mamá, ¿adónde vas? la pequeña Sofía salió corriendo de su habitación, con esos ojos grandes y marrones mirándola con preocupación.

Tranquila, mi vida dijo Lucía, forzando una sonrisa para ocultar los nervios. Solo voy a una entrevista de trabajo. Pero adivina qué: la tía Marta y su hijo Jorge vendrán en un rato para quedarse contigo.

¿Jorge viene? El rostro de Sofía se iluminó, aplaudiendo emocionada. ¿Traerán a Nube?

Nube era el gato atigrado de Marta, una bola de pelo mimosa que Sofía adoraba. Marta, su vecina, se había ofrecido a cuidar a Sofía mientras Lucía iba a una entrevista en una empresa distribuidora en el centro de Madrid. Llegar hasta allí suponía un largo viaje en metro y autobús, casi más tiempo que la propia entrevista.

Llevaban más de dos meses desde que Lucía y Sofía se habían mudado a la capital. Lucía se arrepentía de esa decisión impulsiva: desarraigar su vida con una niña pequeña, gastar casi todos sus ahorros en alquiler y comida, confiando en que el trabajo no tardaría en llegar. Pero el mercado laboral en Madrid era una batalla. A pesar de sus dos carreras universitarias y su empeño, encontrar algo estable era como perseguir el viento. En su pueblo, Salamanca, su madre, Carmen, y su hermana pequeña, Ana, dependían de ella como pilar de la familia. Sin ella, no se las apañaban tan bien.

Nube se quedará en casa, cariño dijo Lucía con dulzura. No le gustan los viajes. Pero pronto iremos a casa de la tía Marta y podrás achucharlo todo lo que quieras.

¡Yo también quiero un gato! protestó Sofía, cruzando los brazos con gesto enfadado.

Lucía rio suavemente. Sofía siempre se ponía así cuando hablaban de mascotas. En Salamanca, en casa de la abuela Carmen, habían dejado a Sombra, su gato negro esbelto, y a un perrito ladrador llamado Canela. Sofía jugaba con ellos cada vez que iban de visita, y ahora los echaba mucho de menos.

Cariño, estamos de alquiler le explicó Lucía. El casero no permite animales.

¿Ni siquiera un pececito de colores? preguntó Sofía, levantando las cejas.

Ni siquiera un pececito.

En ese momento, las mascotas eran lo último que le preocupaba a Lucía. Su mente solo tenía espacio para una cosa: encontrar trabajo. Sus ahorros se estaban terminando, y cada día traía una nueva oleada de angustia. Al menos había pagado seis meses de alquiler por adelantado, pero eso casi la dejó sin un euro.

El timbre sonó, sacándola de sus pensamientos. Marta y su hijo Jorge, de cinco años, estaban en la puerta. Marta, como siempre, traía un taper con galletas caseras de chocolate y una porción del famoso bizcocho de limón de su madre. Al igual que Lucía, Marta era madre soltera, pero vivía con sus padres en un piso pequeño cerca. Ahorrar para tener un hogar propio en Madrid era como soñar con la lotería.

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MagistrUm
¡Valerie renunció a su entrevista de trabajo para ayudar a un anciano que se caía en una concurrida calle de Madrid! Pero cuando entró en la oficina, casi se desmaya por lo que descubrió…