Durante cinco años, creyó que vivía con su marido, pero en realidad buscaba convivir con él como con su madre.

Durante cinco años, creía que vivía con su marido, pero en realidad, lo que deseaba era convivir con él como si fuera su madre.

Elena venía de un pequeño pueblo de Castilla. Fue allí donde Cupido la alcanzó con sus flechas. Se enamoró de Alejandro, y él de ella. Entonces, decidimos escaparnos de nuestra tierra natal. Les decimos a nuestros padres que íbamos a Madrid para ganar algo de dinero y ahorrar para la boda. Y realmente nos fuimos con esa idea. Pero después, tomamos la decisión de que no gastaríamos todo en un gran banquete.

Hicimos como ahora está de moda: una boda sencilla, con deportivas y vaqueros, regalos únicamente en dinero y, en vez de un gran convite, un pequeño bufé tras la ceremonia. El dinero de los regalos lo empleamos para amortizar la hipoteca de nuestro piso.
Aunque nuestras madres, cuando regresamos al pueblo, nos organizaron una pequeña celebración familiar.

Han pasado cinco años desde aquel día. Decidimos retrasar lo de tener hijos hasta pagar parte de la hipoteca, porque con lo del casamiento no nos había llegado para tanto.
La madre de Elena era una mujer de armas tomar, ella sola crió a su hija y, en cada llamada, no dejaba de recordarnos que estaba preparada para ser abuela. Pero Elena aún no se sentía lista. No teníamos ninguna prisa, así que seguimos dejándolo para más adelante.

De repente, Elena empezó a tenerme quejas acerca de su marido, cosas que ya había sentido antes pero que hasta entonces había logrado contener. Me llamó y empezó:

Se tira horas hablando por teléfono con otras personas y conmigo solo hola, adiós y poco más
Cuando vuelva del trabajo, tendréis todo el tiempo del mundo para hablar.
Yo quiero ver una película romántica después del trabajo y él se pasa el rato enganchado a los thrillers
¿Cuántos televisores tenéis? Hoy en día cualquiera ve una serie en el portátil con auriculares. Pero tampoco es muy familiar si los dos estáis juntos, cada uno a lo suyo.

¡Eso pienso yo! No creo que Alejandro me entienda.
Es una afirmación única.
¿Por qué te ríes?
Nada, no me río. Elena, ¿cuándo os lo pasáis bien juntos?
Cuando estamos de vacaciones o cuando vienen amigos a casa entonces es tan detallista

La conversación con Elena duró casi una hora. Me relató cómo se conocieron y cómo todas las amigas le tenían envidia. Mientras hablábamos, caí en la cuenta de que el primer problema era esa necesidad insatisfecha que tenía Elena de destacar ante los demás, y había un segundo problema…

Elena, ¿cómo te imaginas el matrimonio ideal?
Imprescindible tener hijos.
Bueno, eso se suele decir, aunque después de tener hijos muchos matrimonios se rompen
Mi marido debería interesarse por mi estado de ánimo, mi trabajo Debería fijarse en cómo voy vestida, alabar mi cocina
¿Y él no lo valora?
Dice que está rico, pero para mí, eso no es suficiente.
Cuéntame un poco más Él vuelve a casa, tú le sirves la cena por ejemplo, un puré con filetes, ¿y él qué hace?
Se frota las manos y se sonríe.
Pero eso ya es una muestra de aprecio. Creo que te sentirías fatal si empujara el plato y dijera que no tiene hambre

Elena se quedó callada; me dio la impresión de que no terminaba de entender su propia queja. Sin embargo, no dejaba de reprocharle cosas a su marido. Me costó un buen rato saber de dónde venía ese descontento. Para corroborar mis sospechas, le pregunté por su relación con su madre.

Supe entonces que su madre era una mujer muy emocional. La abrumaba a preguntas y reproches, pero, cuando las cosas se torcían, la apoyaba y le decía que todo iría bien.

Dicen que solemos casarnos con personas parecidas a nuestros padres, y que buscamos que nos den mucho amor. Elena había crecido sin padre, así que no sabía que no todo el mundo expresa los sentimientos como su madre.

Finalmente, le dije a Elena que llevaba cinco años casada con su madre, esperando que su marido actuase exactamente igual que ella. Al principio la sorprendió, pero luego lo entendió.

¿Y cómo me divorcio de mi madre?
Es fácil. Cada vez que tengas un reproche, imagina que Alejandro no tiene la culpa, que quien está contigo no es él, sino tu solícita madre. ¡Y él nunca podrá competir con ella!
¡Eso es!
¡Eso es todo! Y verás cómo, poco a poco, desaparecen esos reproches.

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Durante cinco años, creyó que vivía con su marido, pero en realidad buscaba convivir con él como con su madre.