Desde hace aproximadamente un año, mi hijo vive con Kate, pero no conocíamos a sus padres. Me pareció extraño, así que decidí investigar un poco.

Hace un año que mi hijo, Alejandro, vive con Lucía, pero nunca habíamos conocido a sus padres. Esa ausencia me resultó extraña, así que decidí indagar.

Siempre he intentado criar a Alejandro con el principio de respetar a las mujeres: a su abuela, a su madre, a su esposa y a su hija. Creo que el mayor mérito que puede tener un hombre es ese respeto. Mi esposa, Carmen, y yo le hemos brindado una educación y una formación excelentes, y le hemos dotado de todo lo necesario para desenvolverse con facilidad. Además le compramos un piso de dos habitaciones en Madrid, aunque él trabaja para sustentarse y no disponía del dinero suficiente para comprar su propio hogar. No le entregamos el piso como regalo ni le comentamos la compra; lo mantuvimos en secreto.

La razón de su convivencia con Lucía era sencilla: ella era su compañera. Sin embargo, al indagar descubrí que la madre de Lucía, Doña Pilar, había sido vecina de un antiguo amigo mío. Me contó algo que me dejó inquieto. Resultó que Pilar echó a su marido de casa cuando sus ingresos empezaron a menguar; después, se involucró con un hombre casado y acaudalado. La abuela de Lucía, Doña Rosario, también mantuvo una relación con un casado y obligó a su hija y a su nieta a trabajar en la finca del amante, ayudando en el campo.

Por todo ello, Alejandro había tenido varios romances con la futura suegra, lo que me parece alarmante. Lo que más me perturba es que tanto la madre como la abuela de Lucía se oponen al padre de la familia. Lucía está muy apegada a su padre, pero esas dos mujeres ponen en riesgo esa relación. Además, como colofón, Lucía decidió abandonar sus estudios, convencida de que el hombre debe ser quien provea el sustento. Yo también había preparado a Alejandro para esa idea, pero temo que puedan surgir dificultades. ¿Qué seguro hay si algo sale mal? ¿Cómo podrá ella ayudar a su futuro marido en una situación así? Por cierto, he traspasado el contrato del piso a mi nombre, pues sé que, como dice el refrán, quien cría a un cordero, lo protege. Todo lo adquirido antes del matrimonio no se reparte en caso de divorcio, y Lucía es lo suficientemente astuta como para que mi caballero pueda marcharse con sus medias puestas.

Al final, la historia me recuerda que el respeto y la comunicación son pilares insustituibles; sin ellos, las relaciones se desmoronan, y el verdadero valor de una familia reside en el apoyo mutuo y la honestidad.

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MagistrUm
Desde hace aproximadamente un año, mi hijo vive con Kate, pero no conocíamos a sus padres. Me pareció extraño, así que decidí investigar un poco.