Hace dos semanas que no iba a mi casita de campo y, al volver, descubrí que los vecinos habían instalado un invernadero en mi terreno y habían plantado pepinos y tomates

Han pasado dos semanas desde la última vez que estuve en mi casita del campo, y ahora los vecinos han puesto un invernadero en mi terreno, plantando pepinos y tomates.

Tengo una pequeña parcela en las afueras de Madrid. No la uso para cultivar nada, simplemente la utilizo para descansar y desconectar cuando tengo tiempo libre. No me apetece invertir mi energía en cuidar un huerto. Allí he instalado una barbacoa, una pérgola para sentarme y resguardarme si llueve. Incluso he pensado en poner una valla en breve para delimitar bien mi parcela.

Hoy vengo hasta aquí para preparar unas salchichas y alejarme un rato del bullicio de la ciudad. Generalmente, los vecinos suelen ser tranquilos, ni pesados ni demasiado habladores. Solo hay una vecina, Pilar, que a veces logra sacarme de mis casillas. Siempre le extraña que yo pueda disfrutar del campo sin plantar nada. Ella, al contrario, tiene su terreno al otro lado del camino, lleno hasta los topes de todo tipo de plantas y flores se pasa los días cuidándolas como si fuesen sus propias hijas.

Como todavía no hay valla entre nuestras parcelas, Pilar a veces se pasa sin ningún reparo. Para ser sincero, no me agrada esta costumbre. Alguna que otra vez he llegado y me la he encontrado paseando por ahí, curioseando.

En una ocasión le pregunté:
¿Pasa algo, Pilar?
Nada, nada me dijo. Solo miraba dónde podría plantar unas cebollas. Tienes tanto espacio libre y aquí no crece nada. Pensaba que igual podía poner algo. ¿No te importa, verdad?

Me pilló totalmente desprevenido y no supe qué responder. No quería ser descortés, así que lo pensé un segundo y contesté:
Bueno, puedes usar un pequeño trozo para plantar algo, si quieres

Después no me alegré nada de haber accedido. Se pasó la mañana entera yendo de un lado a otro y me puso de los nervios con su presencia constante.

Poco después, me fui unos días a la playa, y al regresar, el primer fin de semana que vuelvo al campo, me encuentro un invernadero instalado en mi terreno y varias hileras nuevas de pepinos y tomates.

No tuve ni que preguntar para saber quién había sido y, la verdad, me sentó fatal. Así que llamé a un amigo, fuimos juntos a una ferretería ese mismo día y compramos unas mallas con las que vallé el perímetro. Ahora Pilar ya no puede entrar y salir a su antojo.

El siguiente fin de semana apareció y me soltó:
¿Por qué has puesto una valla? Ahora no puedo acceder a mis plantones. ¿Es que piensas encargarte tú de ellos?

Me pareció el colmo, así que esa misma tarde desmonté el invernadero y lancé las piezas por encima del vallado. Desde entonces, Pilar ni siquiera me saluda cuando me ve.

Rate article
MagistrUm
Hace dos semanas que no iba a mi casita de campo y, al volver, descubrí que los vecinos habían instalado un invernadero en mi terreno y habían plantado pepinos y tomates