Vengando a mi madre: Una historia de justicia y coraje

**Venganza por mamá**

Hoy recibí una llamada que me heló la sangre. Una voz distorsionada al otro lado del teléfono dijo:

Tenemos a su hija. Traiga diez millones de pesetas si quiere verla con vida. Le enviaré las coordenadas más tarde.

¡Cómo te atreves a ponerme condiciones, hijo de…! grité, pero la llamada se cortó.

Siempre he sido un hombre metódico, precavido y duro. Solo con mi amada esposa, Lucía, y mi adorada hija, Carmen, bajaba la guardia, aunque no siempre.

En casa, todos sabían quién mandaba.

¡Aquí el dueño soy yo! ¡Yo mantengo a esta familia!

Y era cierto: la casa en la urbanización de lujo, los caprichos de Lucía, el coche nuevo de Carmen para ir a la universidad… Todo salía de mi bolsillo. Pero a veces se les olvidaba.

Hace unas semanas, tuve que recordárselo cuando descubrí que Carmen salía con un violinista llamado Adrián.

¡No es lo suficientemente hombre para ti! le espeté. ¿Qué clase de profesión es esa? ¡Y encima parece un palillo!

¡Me voy a casar con él, y es mi decisión! replicó ella, heredera de mi carácter.

¡Mientras viva bajo mi techo, mando yo!

¡Tengo 18 años, papá! ¡Soy adulta y…!

¡Basta! Lo he dicho.

Carmen se fue llorando, y Lucía me ignoró dos días, pero no me importó. Tenía problemas mayores, problemas reales, no caprichos adolescentes.

Mi socio de toda la vida, Jorge, con quien fundé la empresa de bloques de hormigón hace diez años, no paraba de insistir en expandirnos.

No podemos quedarnos estancados decía. Si no cambiamos, dividamos el negocio.

Como si él fuera el que resolvía los problemas.

Las cosas parecieron calmarse. Jorge dejó de presionar, Carmen volvió a sus rutinas y Adrián desapareció de nuestras conversaciones. Hasta que una noche los vi juntos, casi abrazados.

¡Carmen! ¿Qué haces por aquí a estas horas? grité frenando el coche. ¿Y este quién es?

En la penumbra, tardé en reconocerlo: un peón de mi obra.

¡¿Otra vez con este mendigo?! ¡A casa ahora!

El chico alzó la barbilla.

¿Quién le da derecho a hablarle así a la gente? ¿Cree que por tener dinero puede…?

¡Exacto! lo interrumpí. Y tú, mañana estás despedido.

Carmen me obedeció, pero una semana después, los volví a pillar juntos. Esta vez, en casa, estalló el infierno.

¡Eres un tirano! gritó Lucía, apoyando a Carmen. ¡No se puede vivir contigo!

¡Pues la puerta está abierta!

Y se fueron. Con maletas, miradas de desprecio y lágrimas. Estaba seguro de que volverían arrastrándose.

Hasta que Lucía me llamó, desesperada.

¡Miguel, Carmen ha desaparecido! Lleva dos días sin aparecer.

Mientras pensaba qué hacer, sonó el teléfono.

Diez millones de pesetas, o su hija muere.

Me llegó un vídeo: Carmen, atada, con los ojos llorosos pero viva.

Jorge accedió a ayudarme, aunque sugirió avisar a la policía.

No. Yo me ocuparé.

Llegamos a una fábrica abandonada y allí estaba… el peón, Daniel.

¡Pequeño cabrón! intenté abalanzarme, pero Jorge me detuvo.

Daniel señaló una alcantarilla.

Tiren la bolsa allí.

Obedeci, aunque cada fibra de mi cuerpo ardía de rabia.

¿Dónde está mi hija? gruñí.

Está bien. Pronto se pondrá en contacto… si quiere.

¡Te voy a matar!

Lo hice por mi madre dijo, la voz quebrada. Trabajó siete años como vuestra empleada. Descubrió a Lucía en la cama con otro y la despidieron sin pruebas.

¿Qué?

Al día siguiente, tuvo un infarto en la calle. Nadie la ayudó.

Daniel se secó una lágrima.

Carmen lo planeó conmigo. Ya tiene el dinero. ¿O creía que su hija no era capaz?

¡Mientes!

Pregúntele a Jorge dijo montando en su moto. ¡Fue él quien se acostó con su esposa!

Y se fue.

Golpeé a Jorge. No se defendió.

Me divorcié de Lucía, dejándole solo un piso. No denuncié a Carmen, aunque desapareció. Dicen que se fue al extranjero con Adrián.

Quizá algún día vuelva. Quién sabe.

Rate article
MagistrUm
Vengando a mi madre: Una historia de justicia y coraje