Mi madre siempre estaba del lado de mi padrastro. Un día, ya no pude soportarlo más y decidí ponerle fin a todo.

Mi madre, María, siempre estuvo del lado de mi padrastro, José. Un día ya no aguanté más y decidí poner fin a todo eso.

Durante mucho tiempo viví con mi madre y mi hermana menor, Begoña. Mi abuela, Doña Carmen, que vivía a dos pueblos, nos visitaba a menudo. No recuerdo nada de mi padre biológico, pero sí recuerdo al padre de Begoña, que era otro.

Al principio él me trataba bien, pero después de que me instalé, ambos dejaron de notar mi existencia. José solía alzar la mano contra mí. Lloraba en silencio, sin decirle nada a mi madre, hasta que ella, un día, vio con sus propios ojos cómo me agredía.

Se armó un fuerte altercado entre María y ese hombre, y él desapareció de nuestras vidas para siempre. Desde entonces, los tres convivimos y fuimos felices. Doña Carmen cuidaba a menudo de Begoña. Cuando terminé el instituto, decidí estudiar en mi ciudad, Madrid, aunque había pensado en ir al extranjero. No podía dejar a la familia.

Un día mi madre propuso vender los dos pisos que teníamos el nuestro y el de la abuela y comprar un apartamento de tres habitaciones. Así podríamos vivir todos juntos y tendríamos espacio suficiente. Aceptamos y nos mudamos al nuevo piso. Yo tenía mi propio dormitorio, Begoña dormía con la abuela y María ocupaba la tercera habitación. Todos estábamos contentos.

En aquel edificio conocimos al vecino de al lado, Don Antonio, un hombre de la misma edad que mi madre, viudo y divorciado. Desde entonces empezó a prestar más atención a María, y ella floreció.

Más tarde, María invitó a mi tío Roberto a vivir con nosotros. Él decidió alquilar su piso. Todo iba bien, o al menos eso creía. Pero empezó a insultarnos, sobre todo a mí, mostrando su desgana. Surgían frecuentes discrepancias entre nosotros, y mi madre siempre se ponía del lado de Roberto.

Eso me hizo sentir muy incómodo, así que decidí mudarme a otra ciudad, Valencia, para estudiar. A mi madre no le importó; al contrario, se le veía aliviada porque ya no tenía que escoger entre yo y el tío Roberto. Sin embargo, no me sentí mejor. ¿Cómo se puede cambiar a su propio hijo por otro hombre?

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Mi madre siempre estaba del lado de mi padrastro. Un día, ya no pude soportarlo más y decidí ponerle fin a todo.