No pienses mal de mí

Sofía esperaba con ilusión las vacaciones de año nuevo; había decidido ir a la Sierra Nevada para aprender a esquiar. Su hija, Alondra, cursaba el tercer año de la universidad con beca completa. Sofía compartía su entusiasmo con las compañeras:

Mi niña, Alondra, no paga matrícula y además recibe una beca. Yo, por mi parte, puedo permitirme descansar y viajar.

¡Claro que sí, Sofía! Tu hija es una campeona, a diferencia de mi mocoso, que apenas se las arregla en la universidad y necesita que su padre le envíe una cantidad decente cada mes comentó su amiga y colega Nuria.

Sofía era jefa de departamento en una gran empresa y ganaba bien. Tenía su propio piso y coche. Se divorció de su marido doce años atrás; él se marchó a la zona de sus padres y dejó de contactar a su hija, como si nunca hubiese existido. Sofía no se molestó en insistir. Crió a Alondra sola, y ahora la estudiante estudia en Madrid y probablemente se quedará allí.

Sofía era alta, de cabello castaño corto tipo bob, ojos marrones y serena. Tras el divorcio mantuvo algunas relaciones, pero ninguna que le hiciera imaginar un nuevo matrimonio.

Para el viaje de dos semanas se preparó con detalle, un sueño que había alimentado desde el verano pasado.

¡Nuria, me he comprado un conjunto de esquí de invierno! Es caro, pero me lo merezco rió Sofía. Por fin aprenderé a deslizarme, mientras tú y tu marido ya vais a la nieve cada año. Ojalá tuviéramos una estación de esquí más cerca.

Antes de Año Nuevo la empresa organizó la comida de Navidad; todos se divirtieron y se fueron a sus respectivos destinos.

Sofía, que lo pases genial le deseó Nuria. Mi marido y yo vamos a casa de sus padres. Nos vemos después de las vacaciones. Vuelve el lunes, te esperamos.

Gracias, Nuria. Haré lo posible por descansar; normalmente tomaba mis vacaciones en verano, ahora será en invierno.

Sofía partió hacia la Sierra Nevada. Tras las fiestas, el equipo volvió al trabajo con la energía recargada, aunque a algunos les hubiera gustado más reposo.

¡Hola, Sofi! saludó Nuria al reencontrarse. Tienes una luz en los ojos, pareces volar. Seguro que has disfrutado al máximo.

¡Hola, Nuria! No tienes idea, ha sido el mejor descanso de mi vida. La Sierra Nevada, Pradollano y la zona de la Alpujarra son un sueño exclamó, emocionada. ¿Ya aprendiste a esquiar?

¡Claro que sí! Además de esquiar, probé vinos de Rioja, degusté platos de la cocina andaluza y, lo mejor, conocí a Arturo.

¿Arturo? se rió Nuria. Cuéntame, ¿qué tiene de especial?

Es instructor de snowboard, y me ha conquistado con su delicadeza y atención. Todo ha sido tan romántico que no puedo evitar sentirme enamorada.

¿Todo eso es serio? preguntó Nuria. Te fuiste, lo dejaste allí y ahora la distancia. ¿Cómo seguirá vuestra relación?

Sofía también había reflexionado al volver a casa, pero Arturo le aseguraba que no había de qué preocuparse.

Nuestro amor surgió como en el cine, con una chispa al primer vistazo. Arturo me llevó por la ciudad, nos cenamos en los mejores restaurantes y, una noche, en un mirador de los Pirineos, me confesó su amor.

Parece sacado de una película comentó Nuria. ¿Y ahora qué?

Después de largas conversaciones, ambos decidimos que no quiero mudarme a la montaña; aquí tengo un trabajo excelente, y él tampoco quiere abandonarlo. Arturo aceptó, por amor, trasladarse a nuestra ciudad.

¡Qué generoso! exclamó Nuria, feliz por su amiga.

Cuando llegó el momento de regresar, Arturo prometió volver pronto, pero le faltaban dos meses de contrato. Sofía, con lágrimas, le despidió en el aeropuerto.

Tengo que cumplir dos meses más y luego iré a verte juró Arturo.

Los días pasaron; se enviaban mensajes tiernos y llamadas constantes. Sofía contaba cada detalle a Nuria, agradeciendo al destino y esperando ansiosa su llegada.

Sin embargo, Arturo le escribió de repente:

Me he caído entrenando y me he roto la pierna en dos sitios. Necesito una operación urgente.

Sofía, sin dudar, le ofreció ayudar:

Voy a enviarte el dinero que necesites, solo quiero que te recuperes.

Nuria, más cauta, le advirtió:

Sofía, no envíes tanto dinero sin comprobarlo. Pregunta por el médico, por el hospital.

Sofía, con una mirada que dejó a Nuria sin palabras, insistió en que Arturo era fiel. Sin embargo, el mensaje siguiente de Arturo pedía treinta euros más para comprar el billete de avión, alegando que le faltaba esa cantidad para volver a su casa.

Al leerlo, Sofía se entristeció; Nuria notó su preocupación.

¿Otra vez, Sofía?

Sofía le mostró el mensaje: Parece que mi vida está llena de sombras, pero tu amor me da esperanza. No pienses mal de mí, concluía con la petición del dinero.

Nuria, tras leerlo dos veces, sospechó:

Me parece una estafa. No puedes seguir enviándole dinero sin pruebas.

Arturo está pasando por una mala racha, lo entiendo defendió Sofía. Alguien tiene que ayudarlo, y yo soy su mujer.

No eres rica, y él sigue pidiendo más. Piensa bien antes de seguir enviando. No quiero que te aprovechen replicó Nuria.

Finalmente, el propio exmarido de Sofía intervino:

No le hagas caso, es un estafador. Responde que no puedes enviarle más dinero.

Sofía llamó a Arturo:

Lo siento, no puedo enviarte más; estoy sin fondos.

¡Eres avarienta! No volveré a llamarte respondió él, colgando bruscamente.

Nuria suspiró:

Así lo demostraba la historia. No te desanimes; hay hombres de verdad que valorarán tu dignidad.

Al final, Sofía comprendió que la prudencia y el amor propio son tesoros más valiosos que cualquier promesa romántica. La verdadera riqueza reside en saber protegerse y en rodearse de personas que realmente merecen nuestra confianza.

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MagistrUm
No pienses mal de mí