Ya tiene 35 años y ni mujer ni hijos
Hace apenas una semana, fui con mi hijo a casa de mi suegra. En ese momento, estaba allí una amiga de la juventud de mi suegra. Aquella mujer pasó todo el día jugando con mi hijo.
Qué pena que no tenga aún nietos dijo suspirando mi suegra.
La amiga de mi suegra tuvo un hijo cuando ya había cumplido bien los treinta. Lo adoraba, pues había sido un niño muy deseado, y le concedía todos sus caprichos. Su marido falleció cuando el muchacho era aún pequeño, así que ella lo sacó adelante sola, trabajando en dos sitios a la vez.
Cuando su hijo cumplió 35 años, se atrevió por fin a preguntarle si pensaba darle algún día nietos.
Él, muy tranquilo, respondió: Nunca.
El hijo opinaba que el modo en que su madre lo había criado tenía la culpa de todo, que, al mimarle tanto, le había vuelto, digamos, demasiado dependiente.
Me he acostumbrado a una vida sencilla. Ninguna chica querrá ser para mí otra madre más dijo el hombre.
Y añadió que, en el fondo, vivir así le venía bien y que no pensaba cambiar nada por nadie.
No necesito a nadie más que a ti, mamá concluyó el hijo.
He fallado en enseñarle lo más importante: cómo ser un hombre admitió la mujer, apenada.
¿Tú también crees que el amor maternal, además de proteger, puede impedir que un hijo crezca como una persona autónoma?
A veces, queremos tanto a los que nos rodean, que olvidamos dejarles volar por sí mismos. Amar también es aprender a soltar.







