Mamá, él quiere que lo haga para él… Dice que todas las buenas mujeres saben hacerlo… ¿Y yo no soy buena? Enséñame… Si todas pueden, entonces yo también debería poder
Todavía me sorprende que mi sobrina haya encontrado pareja, y todo fue gracias a su madre.
Cuando Carmen era niña, mi hermana nunca quiso llevarla al colegio infantil, y de adolescente, tampoco le permitía salir con sus amigas. Siempre estaba en casa, se volvió muy reservada. Cuando estudió en nuestra ciudad, su madre se aseguraba de que llegara a casa antes de las seis de la tarde. La muchacha ya tenía veinte años y su madre la llamaba a las siete y media gritándole porque no había vuelto todavía. Era absurdo.
Fue en segundo curso de carrera cuando Carmen conoció a su futuro marido. Se encontraron en la biblioteca, él tenía dos años más que ella, le cedía sus apuntes y la ayudaba, y casi sin darse cuenta se enamoró de ella y comenzó a invitarla a salir. Aquello fue el inicio de la rebeldía de mi sobrina frente a las reglas de su madre.
Finalmente, Carmen se casó y su madre, aunque a regañadientes, aceptó que comenzara su nueva vida.
Ahora quiero compartir una anécdota sucedida hace poco. Estaba en casa de mi hermana, cuando Carmen llamó por teléfono, hablando con una mezcla de lágrimas y risas, que apenas nos dejaba entenderla:
Mamá, él quiere que lo haga para él… Dice que todas las buenas mujeres son capaces… ¿Y yo no soy buena? Enséñame… Si las demás pueden, ¿por qué yo no?
La cara de mi hermana cambió de inmediato; le pidió que se calmara y le preguntó qué era eso que todas las buenas mujeres sabían hacer.
¡Sopa, mamá! respondió Carmen, y entonces nos echamos a reír a carcajadas.
¡No os burléis! protestó. Nunca me enseñaste a cocinar sopa. ¡He visto recetas en internet, pero no me salen sabrosas!
Mi hermana y yo le explicamos por teléfono, paso a paso, cómo hacer una sopa, entre risas y comentarios, como se hace entre familia.
Por la noche, mi sobrina llamó para agradecernos. Su marido le había dicho que la sopa estaba deliciosa y, lo mejor de todo, ahora decía que se sentía una mujer de verdad.
A veces, la vida te enseña que no es tarde para aprender, y que ser “buena” no depende de lo que los demás esperan de ti, sino de la voluntad de mejorar y del cariño con el que haces las cosas.







