No pienses mal de mí

No pienses mal de mí.

María González espera con impaciencia las vacaciones de Año Nuevo; ha reservado un vuelo a Granada para aprender a esquiar en la Sierra Nevada. Su hija Alicia Martínez estudia en la Universidad Complutense, está en el tercer curso y recibe una beca completa. María se muestra orgullosa con sus compañeras de trabajo:

¡Qué inteligente es mi Alicia! No paga matrícula y además recibe la beca. Yo puedo permitirme viajar y descansar.

Es verdad, María, tu hija es una crack, a diferencia de mi hijo, que apenas llega a la universidad y necesita que su padre le envíe dinero, comenta Nuria Sánchez, amiga y colega.

María dirige un departamento en una gran empresa y gana bien. Tiene su propio piso y coche. Se divorció hace doce años; su exmarido se fue a vivir con sus padres y no mantiene contacto con la hija. Ella se hace cargo de Alicia, que ahora estudia en Madrid y probablemente se quede allí.

María es alta, atractiva, con cabellos castaños cortos a modo de bob y ojos castaños. Tras el divorcio ha tenido varias relaciones, pero todavía no ha encontrado a alguien con quien casarse.

Para su viaje de dos semanas se prepara con detalle, lleva tiempo deseándolo desde el verano.

Nuria, me he comprado un traje de esquí de alta gama cuesta un ojo de la cara, pero me lo merezco, ríe María. Por fin voy a aprender a esquiar. Tú y tu marido vais a la montaña a menudo y yo aún no sé deslizarme. Si tuviéramos un centro de esquí más cerca, sería perfecto.

Antes de Año Nuevo organizan la comida de empresa, se divierten y se van todos de vacaciones.

María, te deseo que lo pases genial le dice Nuría. Mi marido y yo vamos a casa de sus padres. Nos vemos a la vuelta. Saldrás de la oficina con tres días de retraso por tus vacaciones.

Gracias, Nuría, haré lo posible por relajarme. Siempre tomaba mi permiso en verano, ahora me toca el invierno.

María parte a Granada. Cuando regresa el grupo al despacho, todos están satisfechos, algunos incluso piden más tiempo libre.

¡Hola, María! saluda Nuría al verla. Tienes una luz en los ojos, pareces volar con alas. Te veo radiante, supongo que has descansado bastante.

¡Nuria, no tienes idea! Ha sido el mejor viaje de mi vida. Granada y la zona de Pradollano son una maravilla y la Sierra Nevada exclama emocionada.

¿Ya esquías?

Sí, y además probé vino tinto, degusté platos típicos andaluces y conocí a Álvaro Ruiz, instructor de snowboard. Me he enamorado.

¡Vaya! se ríe Nuría. Cuéntame, ¿es serio?

Álvaro me ha conquistado con su atención y delicadeza. Fue tan romántico que me hizo sentir que el mundo se detenía.

¿Y ahora? Tú estás aquí y él allá, ¿cómo seguirán?

María también lo había pensado, pero Álvaro le aseguró que no se preocupara.

Nuestro amor surgió como en una película, desde el primer vistazo. Álvaro me lleva por la ciudad, nos cenamos en los mejores restaurantes y, una noche, en un restaurante con vistas a la montaña, me confesó su amor.

Qué romántico dice Nuría.

Él dice que siempre buscó a una mujer como yo, que entre tantas chicas de la zona, ninguno lo había atrapado. En nuestro caso nació una relación auténtica.

Me alegro mucho, María. ¿Qué planes tenéis?

Hemos hablado largo y tendido. Yo no quiero abandonar mi trabajo y él tampoco quiere mudarse. Álvaro ha aceptado trasladarse a mi ciudad por mi bien.

¡Qué bien! aplaude Nuría.

Cuando llega el momento de volver a casa, Álvaro promete volver pronto, y María se despide con lágrimas.

María, todavía tengo dos meses de contrato, después vuelvo a verte afirma Álvaro mientras la lleva al aeropuerto.

Se comunican a diario por teléfono, enviándose mensajes de amor. María sigue contándole todo a Nuría, agradecida con la vida y esperando la llegada de Álvaro.

Sin embargo, el contrato de Álvaro está por terminar y el encuentro se acerca. De repente recibe un mensaje alarmante:

María, me he caído entrenando y me he roto la pierna en dos lugares. Los médicos dicen que necesito una operación urgente.

María llama de inmediato:

Cariño, voy a volar hacia aquí y pediré permiso sin sueldo.

No hace falta, estoy en el hospital. Necesito 3500 euros para la operación y los gastos hasta que pueda trabajar. Te quiero mucho, pero

María, enamorada y dispuesta a todo, envía el dinero sin dudar. Nuría, algo escéptica, le aconseja:

María, revisa bien la información, quizá sea un fraude. Pide el número del doctor.

María le responde con una mirada que deja a Nuría sin palabras.

Los días pasan mientras cuenta los días postoperatorios. Álvaro, agradecido, escribe:

Gracias por ayudarme, pronto volveré y te devolveré lo que te debo. Espera mi llegada.

María le dice:

No te preocupes por el dinero, lo importante es tu recuperación. Te espero con ansias.

Cuando Álvaro necesita comprar el billete, le faltan 350 euros y vuelve a pedir ayuda. El mensaje es largo y melancólico, diciendo que su vida parece una serie de sombras y que solo el amor de María le da esperanza. Le pide que no piensen mal de él.

Nuría, tras leerlo, se inquieta:

María, parece un estafador, siempre pide dinero.

Álvaro está pasando por una mala racha, necesita ayuda defiende María. ¿Quién más lo ayudará sino su amada?

Nuría insiste:

No eres tan rica para mandar tanto, sospecho que es un engaño. No caigas en la trampa.

María, dudando, llama a Álvaro:

Lo siento, pero no puedo enviarte más dinero, estoy sin fondos. ¿Podrías arreglártelas?

Así que eres avara, adiósle responde él, colgando.

Nuría suspira:

Esto lo confirma. No te lamentes, hombres así no valen nada. Pronto conocerás a alguien que sí merezca tu cariño.

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