¿Por qué deberías dejar de invitar a huéspedes a tu hogar? Según mi experiencia

Madrid, 16 de diciembre de 2025

Hoy he tomado una decisión que, para ser sincera, me cuesta admitir: ya no invitaré a nadie a casa. No es por falta de dinero aunque a veces el bolsillo se siente más ligero cuando no tengo que gastar en cafés, botellas de vino y postres sino por el desgaste que conlleva recibir visitas.

Pasé la mañana pensando en los motivos que me llevaron a este punto. Cocinar para los invitados se ha convertido en una maratón: preparo el menú, paso horas entre cacerolas y sartenes, y al terminar, el desastre vuelve a mi salón. No es que no sepa cocinar, al contrario; me defiendo bastante bien. Pero pasar la mitad del día atrapada entre la cocina y la mesa no me produce ninguna alegría. Cuando preparo una sorpresa para mis hijos o para José, lo hago con ilusión; cuando lo hago para complacer a amigos y familiares, siento que mi energía se agota en vano.

Cada visita implica un ritual de orden. Los niños de los primos llegan con sus juguetes esparcidos por todo el patio y la sala, la ropa de cama necesita ser cambiada y el mantel termina cubierto de manchas de leche o de salsa. Recuerdo una vez que una niña tropezó con la maceta del ficus de la ventana; no solo tuvimos que recoger la tierra y lavar el suelo, sino que la planta tuvo que ser replantada. A veces incluso aparecen pequeñas averías, como una perilla de la puerta que se rompe o una cerradura que se atasca.

No puedo controlar a esos pequeños, y mucho menos castigar a los hijos de los demás. Sus padres, ocupados conversando con otros familiares, no se dan cuenta de los pequeños desastres que se desencadenan a su alrededor. Por eso, además de cocinar, termino barriendo, desempolvando y recolocando los muebles que se han desplazado.

Los visitantes también sienten curiosidad por nuestro día a día. Cuando sé que vendrá alguien, escondo la ropa sucia y los utensilios que no quiero que vean; sin embargo, no tardan en pedirme que abra el armario y les muestre lo que hay dentro. Algunos se convierten en críticos gastronómicos, inspeccionan cada plato como si fuera un jurado de la telecocina, lo que me hace sentir una invasión de mi espacio personal. Nuestra vivienda es pequeña, con pocos muebles, pero llena de plantas colgantes y jarrones que siempre terminan siendo arrancados para llevarse un ramo como recuerdo.

Durante mucho tiempo pensé que tal vez yo era la culpable; que mi forma de recibir a los demás era demasiado rígida. Pero después de ver cuántas veces he repetido la misma rutina sin ganas, comprendí que ya no quiero seguir gastando mi tiempo y mi energía en una cadena de cocinar, servir y limpiar. Prefiero quedarme con un café en una terraza, dar una vuelta por el Retiro y volver a casa a encontrarla impecable y tranquila.

Así que, a partir de ahora, mi casa será mi refugio, y los encuentros con amigos, una excusa para compartir una mesa fuera de mi hogar. Es un pequeño cambio, pero me hace sentir más ligera y, sobre todo, respetuosa con mi propio espacio.

Rate article
MagistrUm
¿Por qué deberías dejar de invitar a huéspedes a tu hogar? Según mi experiencia