Tu riqueza debe reflejarse en tus regalos, replicó la suegra.

Tu riqueza debe reflejarse en tus regalos replicó la suegra con voz cortante. Sois más ricos que Sofía, así que vuestros regalos deberían estar a la altura gruñó, cruzando los brazos.

No sé qué regalarle a mamá murmuró Lorenzo, hundiéndose en el sofá al lado de su mujer.

Almudena se encogió de hombros. Elegir un presente para su suegra siempre era un suplicio.

Las tensiones con Valeria Delgado venían de lejos, casi desde el primer día.

Lorenzo había entendido la postura de su madre, así que, tras hablar con su esposa, decidieron mantener las distancias.

Nadie le debía nada a nadie. Algunas llamadas esporádicas y reuniones familiares, si les apetecía, eran todo el contacto que mantenían.

Este año, Valeria había decidido celebrar su cumpleaños e invitó a casi toda la familia, incluidos ellos.

De hecho, mamá dijo que estaría contenta con cualquier cosa recordó Lorenzo de repente.

Siempre dice eso, pero luego pone mala cara replicó Almudena, frunciendo el ceño. Tu hermana puede regalarle lo que sea, pero nosotras, no.

Recordaba perfectamente las críticas de Valeria por cada detalle que habían elegido antes.

¿Te acuerdas del Día de la Madre? Le compramos un costoso estuche de cosméticos, ¿y qué pasó? Lloró y nos acusó de verla como una vieja desgastada suspiró Almudena. Lo único que le gusta es el oro o la tecnología, cosas cuyo precio puede evaluar.

¿Y si la llamo para preguntarle qué quiere? titubeó Lorenzo.

Como quieras respondió su mujer, negando con la cabeza.

Buscando la salida fácil, Lorenzo marcó el número de su madre.

Hijo, no necesito nada. Con que vengáis, ya es suficiente contestó Valeria con voz dulce.

¿Segura, mamá? ¿No te vas a enfadar? insistió él.

¡Claro que no! Cualquier detalle me hará feliz rió ella. Lorenzo decidió creerle.

Mamá dijo que podemos regalarle lo que queramos le contó a Almudena.

Ella lo miró con escepticismo. No confiaba en las palabras de su suegra.

Pero, como Lorenzo insistía en elegir él, Almudena cedió.

Propongo comprarle un robot aspirador, así no tiene que arrastrar la escoba sugirió ella, después de revisar su presupuesto.

Acordaron comprarle un regalo de mil euros y acudieron al cumpleaños con tranquilidad.

La cumpleañera recibió a su hijo y a su nuera con una sonrisa que se desvaneció al ver la caja del aspirador.

¿Esto? gruñó, arrugando la nariz. Lorenzo, guárdalo en la habitación.

Almudena se quedó paralizada, impactada por su reacción.

Minutos después, la hermana de Lorenzo, Sofía, entró en la casa con su marido.

¡Mamá, esto es para ti! gritó, abrazándola.

¡Gracias, cariño! ¡No podíais haber acertado más! exclamó Valeria, emocionada.

Almudena observó, intrigada, el valioso regalo que tanto había alegrado a su suegra.

Para su sorpresa, Sofía le había regalado un simple estuche de cremas que no valía ni veinte euros.

Intercambió una mirada con Lorenzo, quien también había visto el detalle de su hermana.

En su expresión, leyó la decepción que sentía por la reacción de su madre.

Durante horas, Lorenzo aguantó el enfado, pero cuando Valeria volvió a elogiar el regalo de Sofía, estalló.

Mamá, ¿puedo hablarte? la apartó con firmeza.

¿Qué pasa? preguntó ella, fingiendo inocencia.

¡Que esto no tiene sentido! exclamó él. Te pregunté qué querías, ¿recuerdas lo que dijiste?

Lo recuerdo

¿Entonces por qué ese asco con nuestro regalo, mientras alabas uno que vale cuatro perras? replicó Lorenzo, exasperado. No me digas que es cosa mía.

No voy a mentir. Vosotros ganáis más que Sofía, así que vuestros regalos deberían ser mejores espetó Valeria.

¿Y según tú, qué damos, basura? rugió Lorenzo. ¿Quieres que pongamos el ticket de compra en cada regalo para que lo valores?

¡Basta! cortó ella. ¿Qué quieres que haga? Si el regalo de Sofía me gustó más.

¿Porque no sabes cuánto costó el nuestro? preguntó Lorenzo con sarcasmo. Por si te interesa, mil euros.

¿Tanto? fingió sorpresa Valeria, pero rápidamente buscó una excusa. ¿Sabes por qué valoro más los regalos de tu hermana? Porque dan según sus posibilidades, no como vosotros, que lo hacéis sin pensar.

¿En serio, mamá? Lorenzo se llevó las manos a la cabeza.

¿Parece que bromeo? Con vuestro sueldo, podíais haberme llevado a un spa dijo, erguida.

Lorenzo la miró fijamente, sin poder creer lo que escuchaba.

¿De verdad crees que el dinero nos llueve del cielo? gritó, furioso.

Su voz alertó a Almudena y a Sofía, que se acercaron, confundidas.

Sofía, rápida, salió en defensa de su madre.

Mamá no quería un robot, quería un humidificador. El suyo se rompió hace tres días. Si os importara su vida, lo sabríais espetó.

¡Le pregunté qué quería! rugió Lorenzo. ¿Me estáis tomando el pelo? ¡Se acabó! No más regalos. Nos esforzamos por complacerla, y solo recibimos críticas. ¿El robot no basta? ¿Ahora quiere un humidificador? ¡Perdonad por decepcionarla! ¡Vámonos! gritó, tomando a Almudena del brazo.

Valeria se derrumbó en llanto, Sofía la abrazó, y la pareja salió de la casa con el rostro tenso.

Lorenzo cumplió su palabra. Para evitar más humillaciones, dejó de asistir a reuniones familiares, alejándose del estrés para siempre.

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MagistrUm
Tu riqueza debe reflejarse en tus regalos, replicó la suegra.