**Diario de un Hombre: Traición, Sorpresa y Secretos**
Natalia preparaba la cena cuando alguien llamó a la puerta. “Qué raro, todos conocen el timbre”, pensó al abrir. Una desconocida de su misma edad la miraba con curiosidad.
“Buenas tardes, ¿usted es Natalia?” preguntó la visitante.
“Sí, ¿y usted quién es? No la recuerdo”
“Es normal, no nos conocemos. Soy una buena amiga de su marido.”
“¿De Álvaro?”
“De Alvarito”
“¡Vaya! No me sorprende que lo llames así Ya estoy acostumbrada. Aunque, siendo sincera, nunca había venido nadie así, sin avisar. ¿Cómo debo llamarla?”
“Me llamo Carmen Verá, es que”
“No se preocupe, Carmen. ¿Se aman ustedes dos y yo les estorbo?”
“¿Cómo sabe todo eso?”
“Usted no es la primera que viene con esta historia. Puede llevárselo hoy mismo si quiere. ¿Qué le ha contado? ¿Que nuestros hijos son pequeños y no puede abandonarlos?”
“No, nada de eso Sé que ya son universitarios.”
“¿Entonces? ¿Que estoy enferma y él es un caballero que no me abandona? Pues ve que estoy perfecta.”
“No, tampoco me dijo eso.”
“¿Qué excusa usó entonces?”
Carmen bajó la voz. “Dijo que debíamos esperar hasta que su padre ya no esté.”
Natalia se quedó helada. Su padre, Antonio Martínez, ni siquiera llegaba a los setenta, cuidaba su salud y no pensaba morirse pronto.
“Se equivoca.”
“No Álvaro insistió en que, cuando su padre faltara, usted se iría a vivir a su piso”
“¿Qué? ¿Cómo se atreve? Mi padre está perfecto, y no pienso mudarme. ¡Este piso es mío desde antes del matrimonio!”
“Pero él dijo que lo heredaría, y que usted se quedaría con la casa de campo, el coche y el garaje”
“Interesante ¿Y por qué no esperó a que pasara todo y vino ahora?”
“Es que Ya no soy joven, quiero disfrutar del amor. No me importa si tiene piso o no. Podemos vivir en el mío.”
“Lógico. ¿Qué quiere de mí entonces?”
“Que lo deje libre Nada más.”
“Lléveselo.”
Carmen se sorprendió. Natalia continuó: “Nunca lo retuve. Al principio lo amé, luego pensé que los niños necesitaban padre Últimamente creí que había cambiado. Me equivoqué.”
“¿Entonces lo deja ir?”
“Claro. Incluso puede llevarse sus cosas ahora.”
“No, yo no puedo cargar Él las recogerá cuando quiera. Solo déjelo ir.”
“Tranquila, hoy mismo. Mañana inicio el divorcio y repartiremos todo legalmente. Pero el piso no Era de mi abuela, y los recibos de la reforma los guarda mi padre. Él es muy meticuloso. Pero no se preocupe, usted tiene donde vivir.”
“Descuide, Álvaro no dormirá en la calle.”
“No me preocupa. Él siempre sabe arreglárselas.”
Al marcharse Carmen, Natalia empezó a empacar las cosas de Álvaro. Sabía cómo hacer que se fuera sin discutir. “Es increíble Espera que mi padre muera para quedarse con el piso Todo por mi culpa, por tolerarle demasiado. Basta, Álvaro. Vete con tu Carmen y vive largo tiempo”, pensó, doblando cuidadosamente sus camisas.
Álvaro, al llegar del trabajo, notó algo raro solo cuando Natalia rechazó cenar con él. Pero no le importó. Planeaba salir a su “paseo nocturno” y volver como si nada.
“Cariño, me voy a dar una vuelta.”
“Claro, mi vida. A tu edad es bueno caminar.”
“¿A mi qué edad?” se ofendió Álvaro, que se creía en plenitud.
“Bueno, ya pasas de los cincuenta No eres un chaval.”
“¡¿Qué?! ¡Yo estoy en mi mejor momento!”
“Querido, ¿a quién quieres engañar? Te llenaste de canas”
“¿Canas? ¡No tengo ni una!”
“Ya Y en el autobús hasta te ceden el asiento. ¿O no me lo contaste?”
“¿Cuándo?”
“Pues yo sí lo recuerdo. Las chicas te dicen: ‘Siéntese, señor, debe estar cansado’.”
“¡Eso es mentira!”
“Ah, ¿y lo de dormir en habitaciones separadas? Hace un año que no somos marido y mujer. Yo aún soy joven, así que conocí a Pedro”
“¿¡Qué Pedro!?”
“Tu vecino del tercero. Dice que sin mí se aburre”
“¡¿Me estás comparando con ese viejo?!”
“No, cariño. Solo digo que, si ya no me deseas, alguien lo hará. Pero te compadezco Ve a tu paseo, reflexiona.”
“¿Compadecerme? ¡Una mujer que me ve como un anciano no merece estar conmigo! Reúne mis cosas. Podría perdonarte un amante, pero no esta humillación.”
“Ya están listas. Si falta algo, avisas. Vete en paz Ah, y no esperes a que mi padre fallezca.”
“¿Qué tiene que ver él?”
“Nada, solo lo comentaba. Ah, y no te opondrás al divorcio, ¿verdad?”
“¡Claro que no! Pero no creas que te dejaré todo.”
“El piso no es tuyo. Los contratos y recibos están a nombre de mi padre. Viviste aquí 25 años de pura suerte.”
Álvaro agarró una maleta y salió furioso, directo a casa de Carmen, quien lo recibió con halagos: “Eres joven, fuerte”.
Al día siguiente, Natalia inició el divorcio. Álvaro no protestó. Le dieron el coche y el garaje; la casa de campo fue para ella.
Vendió la casa y viajó por España con su padre. Antonio, lleno de energía, no planeaba morirse pronto.
A los seis meses, Carmen descubrió que Álvaro salía demasiado. Le dejó sus cosas en la calle. Él intentó volver con Natalia, pero los vecinos le dijeron que estaba de viaje otra vez.
“Bueno, al menos tengo el garaje”, pensó, mientras buscaba una nueva ingenua. “Al fin y al cabo, sigo siendo un hombre joven.”
**Lección aprendida:** La avaricia y la infidelidad se pagan. Y a veces, el karma llega con maleta en mano.







