La Aniversario Olvidado
Lucía ajustaba el mantel de lino blanco sobre la mesa de la cocina, sus dedos temblaban de cansancio y emoción. Hoy cumplían veinticinco años de matrimonio con Javier, las bodas de plata, y desde primera hora había preparado una cena especial. En el fogón se cocinaba lentamente un pato con manzanas y miel, en el horno crujían patatas con romero, y sobre la tabla de cortar brillaban los granos de granada para la ensalada a Javier le encantaba su sabor agridulce. La cocina olía a especias, a vainilla del pastel de pera y al ligero aroma de las tres velas en los candelabros de latón. Sobre la mesa descansaba una botella de vino tinto, el mismo *Tempranillo* que habían bebido en su boda, que Lucía había encargado especialmente en la vinoteca. Se había puesto un vestido azul oscuro con cuello de encaje, soltado su pelo que normalmente recogía en un moño y hasta se había pintado los labios con un carmín escarlata, algo que no hacía en años.
Miró el reloj de péndulo sobre la nevera: las 20:15. Javier había prometido llegar a las siete. Lucía marcó su número, pero la voz fría del buzón le recordó que el abonado no estaba disponible. Su corazón se encogió, pero apartó los malos pensamientos mientras removía la salsa de crema. *”Se habrá entretenido en la fábrica”*, pensó, arreglando el ramo de rosas en el jarrón.
La puerta se abrió de golpe y entró Sofía, su hija de veintitrés años, que había venido desde Toledo, donde trabajaba como diseñadora gráfica. Sus rizos castaños estaban revueltos por el viento, y llevaba una bolsa de tela y un ramo de margaritas amarillas.
¡Mamá, ya estoy aquí! gritó, quitándose las zapatillas y casi tirando la bolsa. ¡Vaya, qué mesa! ¿Es el aniversario?
Lucía sonrió, aceptando las flores y aspirando su aroma.
Sí, veinticinco años. Tu padre tenía que estar aquí a las siete, pero ya sabes cómo es.
Sofía resopló mientras colgaba su chaqueta de cuero.
Bueno, es papá. Siempre en la fábrica. ¿Necesitas ayuda con algo?
Pon el vino y las copas dijo Lucía, pero su voz tembló. Volvió a mirar el reloj: las 20:30. El pato se enfriaba, la salsa espesaba y las velas se consumían, dejando caer un hilillo de cera sobre el mantel.
Para las nueve, Lucía estaba sentada a la mesa, jugueteando con un servilleta bordada con sus iniciales un regalo de boda de su difunta abuela. Sofía, frente a ella, hojeaba el móvil, intentando romper el silencio incómodo.
Mamá, ¿por qué no llamas otra vez? sugirió, bebiendo té de una taza con gatitos.
Lucía negó con la cabeza, apretando los labios.
No servirá de nada, Sofía. Se ha olvidado. Como siempre.
Sofía frunció el ceño, dejando el móvil.
No exageres. A lo mejor tiene trabajo. Sabes que es jefe de taller, así que siempre hay líos. Ayer me llamó y me dijo que una máquina se había estropeado.
Lucía apretó la servilleta hasta que los nudillos se le pusieron blancos.
¿Trabajo? ¡Sofía, es nuestro aniversario! ¡He pasado todo el día cocinando, me he puesto este vestido, y no se ha molestado ni en llamar!
La puerta chirrió y entró Javier. Su chaqueta gris estaba arrugada, el pelo despeinado y las ojeras oscuras bajo los ojos. Llevaba su malgastado maletín, pero no había flores ni sonrisa.
Hola masculló, dejando el maletín junto a la pared. ¿Qué pasa hoy? ¿Hay algún festejo?
Lucía se quedó helada, sus ojos se abrieron como platos, como si le hubiera abofeteado.
¿Festejo? Javier, hoy es nuestro aniversario. ¡El veinticinco!
Javier se paralizó, su rostro palideció y el maletín casi se le cayó de las manos.
Mierda, Lucía Lo lo olvidé. En la fábrica ha sido un caos, no he parado en todo el día. La máquina, luego los informes
Lucía se levantó, su voz tembló como una cuerda tensa.
¿Lo olvidaste? ¡He estado preparando todo el día, esperándote, encendí las velas! ¡Y a ti no te importo nada!
Javier se quitó la chaqueta y la tiró sobre una silla, frunciendo el ceño.
¿Que no me importas? ¡Lucía, me parto el lomo para que no nos falte de nada! ¡Y tú montas un drama por un maldito plato!
Sofía tosió, intentando mediar.
Venga, basta de peleas. Papá, siéntate y come. Mamá, no lo hizo a propósito.
Pero Lucía se giró hacia su hija, los ojos brillantes.
¿A propósito? ¡Sofía, siempre es igual! ¡Yo lo doy todo por la familia y él actúa como si no tuviera importancia!
Javier golpeó la mesa con la palma de la mano, haciendo tintinear las copas.
¿Todo? ¿Y yo no hago nada? ¡Salgo de casa a las seis de la mañana, Lucía! ¡Y tú siempre insatisfecha, siempre exigiendo más!
La cena que debía ser una celebración se convirtió en un campo de batalla, donde cada plato era una mina lista para explotar.
La mañana siguiente empezó con un silencio espeso, como la niebla de noviembre tras la ventana. Lucía preparaba café sin mirar a Javier, quien hojeaba el periódico local con los dedos nerviosos. Sofía, sintiendo la tensión, intentó aligerar el ambiente untando mantequilla en una tostada.
Mamá, el pato de ayer estaba increíble dijo, mordiendo un trozo. ¿Lo terminamos hoy? Puedo hacer una ensalada.
Lucía refunfuñó, sin apartarse de los fogones.
Si quieres. No tengo hambre.
Javier dejó el periódico, su voz sonaba cansada.
Lucía, deja de enfadarte. Lo siento, lo olvidé. Pero tú también exageras, siempre a la defensiva.
Lucía se volvió, haciendo sonar la cuchara contra la taza.
¿Defensiva? ¡Javier, me esforcé mucho! ¡Me puse este vestido, compré el mismo vino! ¡Y tú llegaste como si fuera una noche cualquiera! ¿Te importa algo esta familia?
Javier se levantó, alzando la voz.
¿Que si me importa? ¡Llevo veinte años en la fábrica por vosotras! ¡Y tú siempre criticándome! ¡No soy de piedra, Lucía!
Sofía alzó las manos, exasperada.
¡Basta! Mamá, papá está agotado, se nota. Papá, mamá se ha esforzado. Hablad, pero sin gritar.
Lucía negó con la cabeza, los ojos vidriosos.
¿Hablar? Sofía, siempre tomas su parte. ¿Y yo? ¡Todo por vosotras, y a cambio no recibo nada!
Sofía se irritó, su tono se volvió cortante.
Mamá, no manipules. A veces exiges demasiado. Papá no es perfecto, no puede recordarlo todo. ¡Y no tomo su parte, solo digo que está agotado!
Lucía se quedó inmóvil, las mejillas encendidas.
¿Manipulo? ¿En serio, Sofía? ¡Todo lo he hecho por ti







